La medición de las actividades sociales es más compleja y más necesaria que la medición de las cuentas fiscales, porque puede cambiar la vida de las personas para bien o para mal. Es más, una misma actividad en una persona puede producir un cambio positivo, y en otra uno negativo.
En las actividades sociales que se realizan, hay que ver siempre más allá del beneficio social inmediato y tratar de indagar en los posibles efectos negativos. Por ejemplo, cuando una empresa exige que un proveedor suyo no utilice mano de obra infantil en su negocio; en principio a todos nos parece bien, que los niños no trabajen y vayan a la escuela, pero ¿Quién se ocupa de esos niños? ¿Qué ocurre con ellos cuando dejan de trabajar? El trabajo de estos niños supone muchas veces el único sustento de su familia.
Los devastadores efectos que está produciendo esta pandemia, van a demandar la puesta en marcha de grandes proyectos sociales y es necesario estimar su impacto, antes de ponerlos en marcha, para ver cómo podemos “curar sin dañar”, como decía Hipócrates, padre de la medicina.
Ahora que las circunstancias nos están obligando a ser más conscientes de los efectos de nuestras acciones, la estimación previa, y posterior medición del impacto, es más necesaria que nunca, si se pretende conseguir un beneficio real en la sociedad.
Por ejemplo, los efectos positivos del confinamiento esperamos verlos en una mejora de la salud pública y alivio para los centros sanitarios, pero también debemos mirar más allá, contemplar también los efectos negativos de estas medidas. Hay que plantearse si no es peor el remedio que la enfermedad y buscar soluciones que pasen por la toma de conciencia de todos los impactos. Es necesario ver también los impactos negativos porque si los negamos solo vamos a cambiar unos problemas por otros, quizá más graves.
La solución a la crisis debe enfocarse en los impactos que cada acción implica para los “beneficiarios” Si el enfoque se pone solo en las consecuencias políticas y personales de quienes toman las decisiones, quizá curemos pero dañando mucho.
Las soluciones reales a los grandes problemas muchas veces son más sencillas de lo que parecen, y cuando las vemos claras, nos damos cuenta de que siempre habían estado ahí, y eran buenas para todos. Porque tomar conciencia de todas las consecuencias de nuestras actuaciones, sean positivas o negativas, nos da una visión clara y hace evidente el comportamiento que debemos adoptar individualmente para mejorar el colectivo.