La filantropía en España suponía en el 2011 un total de 1.231 millones de euros, el 0,1% del PIB, con muy poco cambios hasta hoy. La mayor aportación a la filantropía, con un 63,7%, corresponde a los 2,6 millones de ciudadanos que dan 784 millones de euros anuales a través de donaciones medias de 302 euros, muy concentradas en los segmentos de las clases medias, de unos 50 años y con rentas anuales de entre 30.000 y 80.000 euros.
Estos ciudadanos son la base de la filantropía y a pesar de la crisis sus donaciones han seguido creciendo en un 5% hasta el 2012, el primer año en que se han reducido sus donaciones, según el Estudio del perfil del donante, de la Asociación Española de Fundraising. Pero el crowdfunding, en crecimiento exponencial como apuntábamos en u post anterior, ha incorporado como donantes a más de 95.000 jóvenes que donan por sus proyectos y su futuro.
Hasta el 2010, el liderazgo lo tenían las obras sociales, cuyo presupuesto fue de 2.000 millones en aquel año. Su futuro incierto ya lo apuntábamos en el artículo de la Vanguardia de justo hace años, el 11 de Noviembre del 2011. De dicho presupuesto, unos 600 millones se dedicaban a la colaboración con múltiples y diversas actividades y a proyectos de fundaciones. Hoy su aportación ha caído hasta los 150 millones, con La Caixa como donante destacada.
Las empresas y sus fundaciones, con 75 millones de euros, un 6,14%, ocupan un lugar significativo. En los últimos años las empresas han internalizado su responsabilidad social corporativa en temas medioambientales, en las políticas de recursos humanos y la relación con los proveedores, mientras su contribución a la sociedad la ejercen a través delvoluntariado corporativo y de donaciones de servicios y productos, más que dinero. El actual entorno de reducción de deuda, de reducción de beneficios y el escaso atractivo de las deducciones por donaciones en el Impuesto de Sociedadesminimizan sus aportaciones económicas.
La fiscalidad es importante para las empresas: en el 2005 Francia aumentó las deducciones por donaciones en el Impuesto de Sociedades del 35% al 66%, ello generó un aumento de las donaciones desde los 1.000 millones del 2005 hasta los 2.500 millones en el 2008. Aunque la crisis ha hecho que se redujeran nuevamente hasta los 1.800 millones en el año 2011, según Admical France.
La reforma de la ley de Mecenazgo supondría un impulso a las donaciones de las empresas, pero no se puede ser optimista a corto plazo, con una administración orientada recaudar y limitar deducciones.
En España hay más de 16.000 fundaciones, pero muy pocas son fundaciones familiares con capital: su aportación filantrópica representa 85 millones de euros, el 6,9% del total. Las razones de la escasa presencia de estas fundaciones son diversas: las características patrimoniales del “old money”, con más patrimonio que capital o el perfil en la revista Forbes de los cien más ricos en España, con fortunas recientes. La mayoría de los top 25 tienen ya fundación, entre las que destacan la Fundación Botín, la Fundación Barrié de la Maza, Rubiralta o Ramón Areces.
Más allá de las grandes fortunas tenemos fundaciones en nuestro entorno, como la Fundación Cellex, que están haciendo aportaciones muy significativas en el ámbito de la I+D.
Para finalizar, hay que destacar el papel creciente de los legados, una forma de filantropía en auge debido a cambios culturales y al envejecimiento de la población. Salud, I+D y discapacidad son los sectores con mayor potencial en este ámbito.
El mercado de la filantropía va a permanecer estable en los próximos años con volúmenes similares a los del 2011, aunque quizá con sorpresas en el crowdfunding y en los jóvenes como donantes. Sin embargo, todos los filántropos son inteligentes y destinan sus donaciones a aquello que genera valor en cada momento. En los últimos cuatro años, las donaciones a países en desarrollo han caído a favor de las organizaciones sociales, mientras ha crecido el interés hacia sectores como la I+D, la salud, el arte o las universidades.
La economía de la filantropía es importante por el valor que genera a la sociedad, la oportunidad de que cada uno decida a quién y para qué da. Pero lo realmente significativo es el impacto social de los proyectos que financia y de las personas que hay detrás, proyectos que son clave para el futuro.