Se ha constatado en diversos estudios que los emprendedores son los agentes que más empleo nuevo generan en los países desarrollados, a diferencia de las empresas grandes que, para mantenerse competitivas en un mercado global, han reajustado sus plantillas y deslocalizado gran parte de sus actividades. En este sentido ¿tiene la misma dinámica de generación de empleo el “emprendedor social” que el que normalmente se define sólo como “emprendedor”?.
En el reciente comunicado de la Comisión Europea del 25 de octubre de 2011, dentro de las líneas propuestas para una renovada Responsabilidad Social Corporativa, se refiere a la iniciativa de las empresas sociales como un mecanismo muy eficaz para paliar las deficiencias del mercado. Por otro lado, el gobierno de David Cameron está impulsando la “empresa social” como una de las piezas claves para el éxito de su iniciativa de “The Big Society”. Esta iniciativa persigue la descentralización de la gestión de los servicios públicos y la búsqueda de la eficiencia en los recursos utilizados en temas de servicios de interés general, como salud, transporte y educación.
La idea es hacer responsables a las personas en sus localidades de las necesidades de su “milla cuadrada”, participando en el suministro de esos servicios con el apoyo financiero del estado. La premisa de esta iniciativa es que el resultado es más eficiente, ya que evita muchos procesos y controles administrativos, y más adecuado para satisfacer las necesidades, ya que se perciben mejor desde la cercanía.
¿Cómo se define un emprendedor social?
Es destacable que tanto en el comunicado de la Comisión, como en las publicaciones del gobierno británico, se pone de relieve que no es conveniente acotar en exceso esta figura con normas administrativas, aceptando que haya soluciones híbridas mientras sigan los principios que se indican: su actividad tiene un componente social, no es prioritaria la obtención del máximo beneficio, el sistema de gobierno es participativo, los sueldos de sus gestores son razonables, su propósito no es el reparto del excedente entre los accionistas sino su reinversión para el crecimiento, y se apoyan en las redes sociales.
Si observamos estas características, cualquier emprendedor que comience su negocio actualmente -o lo haya emprendido en estos últimos años después de la crisis- cumple con muchos de esos principios. El deseo de que la empresa sobreviva le aparta de muchas políticas de una empresa consolidada que esté en la Bolsa.
Con esta definición tan abierta, las empresas sociales que nacen son híbridas, ya no se definen por su sistema de gobierno (una cooperativa, una mutualidad, una asociación, etc) ni tampoco por si su propósito es de lucro o no, sino por una solución dinámica que no responde a estas dimensiones típicas de la Economía Social.
Considerando las dimensiones básicas de un emprendedor: el carácter y una sensibilidad para detectar oportunidades; en el entorno actual, la sensibilidad social y medioambiental de los jóvenes es elevada, por lo tanto buscarán oportunidades en ese entorno, donde las necesidades existen y se pueden aplicar imaginativamente más recursos comunes, que no sean a través del mercado, sino que sean del tipo “creative commons” característico de las redes sociales.
La Comisión Europea pretende impulsar estas iniciativas de empresa sociales, para ello a lo largo del año 2012 va a favorecer su acceso a la financiación, a las compras públicas, va a ayudar a que sean más visibles, formen parte de la educación, y que tengan un base de datos de experiencias de éxito para que sean trasladables a otros países de la Unión Europea.
En este mismo sentido, IE Business School junto con Mutua Madrileña, han creado un premio al Emprendedor Social que de visibilidad a esta figura y favorezca la creación de nuevas iniciativas sociales.
Las grandes empresas también pueden alinearse con esta iniciativa de apoyo al emprendedor –con apellido “social” o no– a través de sus actividades de RSC, ya que pueden incluir en sus políticas de “inversión en la comunidad”, los esfuerzos que hagan para ayudar a sobrevivir a los emprendedores locales. Acciones que van desde facilitar su acceso a ser proveedor homologado, hasta posibilitar un plazo de pago más reducido para las empresas de menos de cinco años desde su creación. La consecuencia de estas acciones indudablemente redunda en beneficio de la comunidad, a la par que en la reputación de la empresa como agente social responsable, en línea con los planteamientos de la RSC.