El problema no son tanto las cifras sino las consecuencias. Un informe de 2013 publicado por el Centro para el Progreso Americano revela que el desempleo juvenil tiene un efecto negativo a largo plazo entre los jóvenes (des)empleados, con sueldos más bajos debido a la pérdida de experiencia y de oportunidades para desarrollar sus capacidades. La OIT ha comparado los ratios de empleo juvenil en relación a la población total en países del G-20. La conclusión principal a la que ha llegado es que si Francia e Italia mejoran sus cifras hasta alcanzar, por ejemplo, las de Australia, podrían incrementar su PIB entre un 1,4 y 1,2 % por año, respectivamente; en el caso de Arabia Saudí el incremento sería del 2,3 anual en el PIB y en los EEUU, 0,6% si alcanzasen los niveles de empleo juvenil de Australia.
En los albores de una situación económica que tiende hacia la recuperación, España no puede desaprovechar la oportunidad que se le presenta de construir los cimientos de una nueva economía basada en el talento de los jóvenes y en una adecuación del mismo a las necesidades reales del mercado de trabajo. En la misma línea se expresaba The Economist ya en abril de 2013, cuando auguraba “razones para la esperanza”, entre las que aducía que “los gobiernos están buscando soluciones para acercar la educación al mercado de trabajo; las empresas están asumiendo una responsabilidad mayor invirtiendo en los jóvenes; y la tecnología está ayudando a democratizar la educación y la formación”.
Entre esas soluciones destacan aquí en España, por ejemplo, y desde el ámbito público, la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven 2013-2016, el Real Decreto 1529/2012, de 8 de noviembre, por el que se desarrolla el contrato para la formación y el aprendizaje y se establecían las bases de la formación profesional dual y otras medidas que a lo largo de 2014 se implementaron para incrementar la calidad de la educación y la formación profesional, que a su vez se han complementado con otra batería de medidas en 2015 como la reforma del sistema de formación profesional para el empleo que mejora la adaptación a las necesidades productivas y la calidad de la formación profesional a trabajadores ocupados y desempleados financiada con recursos públicos; y la Estrategia Nacional de Competencias en colaboración con la OCDE, que identifica las competencias clave que deben desarrollarse y activar en España para impulsar el empleo.
Las empresas están demostrando estar a la altura del reto y han puesto en marcha programas de todo tipo, dirigidos a facilitar la incorporación de jóvenes titulados; a la integración de jóvenes con capacidades diferentes o en riesgo de exclusión social; programas de movilidad internacional o de aprendizaje transversal dentro de la propia compañía; de potenciación de habilidades personales, directivas o técnicas en aquellas disciplinas más demandadas por las empresas, en colaboración con universidades y centros de formación profesional, o de forma autónoma por las propias empresas; de fomento de la innovación y el espíritu emprendedor; o bien haciendo hincapié en la formación práctica, a través de diferentes programas de aprendizaje, prácticas o de formación en alternancia. La formación profesional dual se ha convertido, en este sentido, en una verdadera alternativa frente al sistema tradicional en España, que había desembocado en una realidad con un ingente número de titulados universitarios que, una vez licenciados, no han podido encontrar trabajo relacionado con sus estudios y cualificación.
El Club de Excelencia en Sostenibilidad ha querido dar respuesta a esa nueva realidad y ha elaborado, en colaboración con BASF Española, la Guía práctica para la implantación de metodologías de Formación Profesional Dual en la Empresa, con la participación de la Fundación Sagardoy y de un Consejo Asesor de composición público-privada que ha contado con la presencia del Ministerio de Empleo y Seguridad Social; el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y de gobiernos regionales. La mismas se encuentra disponible para su consulta en la página web del Club.
“El mundo”- recogía también The Economist en ese mismo número- “tiene una oportunidad para hacer una revolución en educación y formación a la altura del problema”.