La RSC tiene mucho que decir en este proceso porque lo que legitima la existencia misma de las empresas responsables es la creación de riquezas, más allá del beneficio.
Como todo y todos, la RSC se está transformando para adaptarse a las nuevas circunstancias. El mismo término parece que cae en desuso, dando paso a otros como “innovación social”, “empresa responsable”, “gestión ética”, “sostenibilidad”….
En los últimos tiempos se ha abierto paso una nueva concepción de la RSC basada en el espíritu win-win: gana la sociedad, gana la empresa. La visión de la RSC centrada solamente en el concepto de “devolver a la sociedad parte de lo que nos ha dado”, de tratar de forjar una buena reputación gracias a las muestras de solidaridad de las empresas, ha quedado obsoleta y comienza, incluso, a ser cuestionada por los consumidores más exigentes y solidarios.
Según el estudio La RSC y su impacto en el consumidor en el ámbito global, elaborado por la consultora Kreab & Gavin Anderson y Echo Research, el 93% de los consumidores asegura que las compañías tendrían que ir más allá de los estándares mínimos exigidos por la ley con el fin de actuar de manera responsable y abordar cuestiones sociales y medioambientales.
La empresa puede ser un agente transformador clave para nuestra sociedad, pero se tiene que entender bien qué pretende aportar la RSC para que pueda servir verdaderamente para crear valor, para la sociedad y para la empresa misma. De hecho, la RSC que realmente aporta valor al integrarse en el core business no solo continúa siendo estratégica para la organización, sino que se está profesionalizando y posicionando como una nueva palanca de innovación para la empresa.
La RSC ha de estar, por tanto, integrada en el negocio. Porque lo pide el consumidor y porque a la empresa le conviene. A menudo hemos visto que cuando se han de tomar decisiones para la supervivencia del negocio, las áreas con un impacto a medio o largo plazo –como la RSC– se acaban viendo afectadas, sufriendo una reducción del presupuesto o incluso su desaparición. Un error que por frecuente no deja de resultar llamativo porque supone menospreciar su potencialidad, ya que la RSC plantea retos y permite descubrir nuevos segmentos de mercado, reducir costes, diferenciarse de la competencia y fidelizar clientes.
En DKV Seguros intentamos crear valor compartiendo nuestra relación con grupos de interés y lo hacemos tratando de incrementar el bienestar y satisfacción de nuestros colaboradores; gestionan el negocio y la oferta de nuestros
productos y servicios de forma responsable superando las expectativas desde el diálogo abierto y la innovación social; y fomentando la confianza a través de la consolidación de una reputación que nos permita dar a conocer cómo aplicamos nuestros valores corporativos. El mejor indicador de éxito es poder demostrar que todos los grupos de interés están satisfechos de su relación con la compañía. El libro 15 años trabajando por un mundo mejor recoge nuestros 15 proyectos principales de RSC como el programa para un Lenguaje Claro contra la letra pequeña en los seguros, la Fundación DKV Integralia para la inserción laboral de personas con discapacidad, la colaboración con OXFAM, la convocatoria pública de ayudas, el programa Medialia para fomentar la RSC en pymes, la red interna de voluntarios medioambientales EKOamig@s, etc
Asistimos, pues, a una transformación de la RSC. Ahora, lo que se exige a las empresas para volver a confiar en ellas es que sean capaces de legitimar su existencia y por eso han de revisar la definición misma de éxito empresarial.
Estamos seguros de que en los próximos años hablaremos más de hacer bien las cosas que de hacer cosas buenas. Porque ya no se trata solamente de ser solidarios, sino de crear valor en aquello que mejor sabemos hacer.
Una empresa sostenible que se esfuerza con todos los miembros de la sociedad para alcanzar un alto nivel de cohesión y que permita hacer frente a los grandes retos de presente y de futuro.