En esos momentos, todos los que creíamos en la RSE como una palanca de cambio social pensamos que esta crisis sería una nueva era en la que sector público y sector privado irían de la mano, para superar las graves crisis humanitarias planetarias existentes y las que están por venir, así como sentar los pilares de esta nueva manera de hacer las cosas… Pero las premuras (y las “maquiavélicas primas”) han hecho que esta visión colectiva y de largo plazo se haya perdido, y que pocos aprendizajes responsables se estén manifestando… Pero me gustaría rescatar del olvido esta dimensión global de la RSE, por varias razones.
Por una parte la internacionalización se está convirtiendo en la “vía de escape” a la crisis para las empresas multinacionales (españolas o no). Por otra parte dicha internacionalización se orienta principalmente a países emergentes con profundas deficiencias en materia de desarrollo humano, social, medioambiental e institucional. Las nuevas potencias económicas sesgan a la baja en las negociaciones internacionales, los suelos mínimos en relación a los Derechos Humanos y la protección medioambiental (como muestra un botón, la “fallida” Cumbre del Clima de Durban 2011) y otros derechos y conquistas fruto de intensas/ dolorosas luchas históricas. Y por último a pesar de la crisis las multinacionales españolas siguen comprometidas públicamente con la RSE y con voluntad de liderazgo incluso, en sus respectivos sectores (principales firmantes del Pacto Mundial de Naciones Unidas, Índices de Sostenibilidad…). Por todo ello y en este contexto considero que es preciso poner el foco en La dimensión Internacional y de la Cooperación al desarrollo de la RSE, y que “el fin, y la coyuntura, no justifique todos los medios, y modos”.
La dimensión internacional y de cooperación al desarrollo de la RSE, es aquella que comprende, interioriza y respeta en sus operaciones y decisiones globales y locales, los marcos, directrices y normativas que delimitan impactos sociales, laborales y medioambientales que proceden de organismos universalmente aceptados: OIT, Naciones Unidas (en todas sus instancias y subcomisiones, especialmente en el novedoso marco para Multinacionales y Derechos Humanos), OCDE, UE, … y que conoce las necesidades de desarrollo de los países donde opera o comercia, especialmente si son en vías de desarrollo, y realiza una contribución ética y solidaria a la mejora del desarrollo sostenible del planeta y la dignidad de sus habitantes de manera estructural.
Las empresas de países desarrollados, que internacionalizan o que “externalizan” sus operaciones o cadena de valor, en la mayoría de los casos en países en vías de desarrollo, que voluntariamente opten por la RSE como una de sus estrategias identitarias de negocio, no pueden obviar esta dimensión internacional de la RSE, ni refugiarse en los marcos legales del país donde operan como suelo mínimo para su ejercicio. Así incluso lo expresa la reciente comunicación de la UE en materia de RSE 1“Para las empresas que quieren tener una aproximación formal a la Rse, y especialmente las multinacionales (Grandes y pequeñas), los principios y las orientaciones reconocidas internacionalmente son indicaciones de autoridad, en particular:
– Las líneas directrices de la OCDE (renovadas a mediados de 2011) para empresas multinacionales
– Los 10 principios del Pacto Mundial de UN
– La Guía ISO 26000
– La declaración tripartita de la OIT para las empresas multinacionales y la política sociolaboral
– Los Principios Rectores de UN en materia de Empresas y Derechos Humanos
Este conjunto de principios y orientaciones reconocidos internacionalmente constituyen para la RSE un marco mundial mínimo, y que recientemente se ha reforzado (…) La política Europea de promoción de la RSE deberá ser totalmente compatible con este marco”.
Por tanto quienes deseen obtener un reconocimiento y legitimad por su RSE en el ámbito internacional de los negocios, no podrán contemplar como marco de referencia legal aquel de mayor debilidad jurídica o con evidentes restricciones de control del cumplimiento. Los compromisos, y sus actuaciones responsables, de las empresas deben ser sobre marcos de dignidad universales y de aplicación global y de alto impacto en la transformación y el bienestar local, y no de reinterpretación local. Si no hay coherencia de estos compromisos globales y las actuaciones que los desarrollen, entonces tampoco gozará de legitimidad para operar, con la realidad y (acuciantes) necesidades locales de los países, principalmente para los emergentes o en vías de desarrollo, donde se opera o se negocia.
Esta “legitimidad responsable” también se pierde si los productos y/o servicios no garantizan la responsabilidad de los impactos, la sensibilidad por las necesidades locales, la coherencia y no son fruto de cadenas de valor transparentes, dignas, éticas y limpias. En definitiva, todos los aspectos de la RSE (el Buen Gobierno- la transparencia, la Gestión de la RSE, los indicadores Económicos- Medioambientales- Prácticas Laborales y Trabajo Digno- Derechos Humanos- Sociedad y Responsabilidad sobre productos…) deben tener una pulcra trazabilidad (control y demostración por evidencias objetivas) de coherencia, sensibilidad y responsabilidad global.
La RSE en su dimensión internacional debe ser de máximos, de compromisos formulados más allá (precisamente porque la RSE es ir más allá) de los marcos legales y normativos de máxima exigencia, de la “región desarrollada” de origen, respecto a los cuales se establecen los compromisos y planes estratégicos de cumplimiento global. Para ello las compañías deben realizar una transición de su responsabilidad social sin quiebras de compromisos a lo local. Es más, y como afirma Antonio Vives “… en países en vías de desarrollo la transferencia de Know- How de relaciones positivas empresa- sociedad, de los marcos más exigentes, a través de la RSE, puede ser un instrumento de desarrollo de la sociedad, un instrumento de cohesión social y de estabilidad política”. Y en esa transición de lo global a lo local, la RSE deberá contemplar la complicidad con las políticas de desarrollo del país de origen, y desplegar también la empresa como actor de la cooperación al desarrollo. Así se manifestaba en el art. 2 de la Proposición no de Ley en Materia de RSE del Congreso de los Diputados de Junio de 2009: “Incorporar los grandes retos de la lucha contra la pobreza, objetivos del Milenio y respeto a los Derechos Humanos, desde la perspectiva de las prácticas socialmente responsables, a las empresas españolas en sus actuaciones internacionales”. O como decía la emérita profesora y Catedrática de la Universidad de Valencia, Adela Cortina “Si las empresas no se suman a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, realmente no se van a conseguir, porque ellas son las que pueden crear riqueza social y manejar también una gran influencia en determinadas áreas”.
Un vehículo clave en esa transición es el diálogo sistemático y estructural con los interlocutores válidos y conocedores de esta realidad en el terreno: los trabajadores locales, las administraciones representantes de estas políticas, los representantes locales de la acción exterior y la cooperación al desarrollo, los representantes sindicales, los representantes de los consumidores, las ONG que operan en el país en vías de desarrollo 2.
Pero no todo son desafíos. Ya que en el ámbito de los riesgos y oportunidades, en términos de legitimidad y reputación, el ser coherentes desde lo local con lo global, permite una nuevas posibilidades para el negocio y el liderazgo. Incluso si descendemos a nivel sectorial, hay empresas a las que, a través de su RSE, se les plantean oportunidades con el ejercicio de este liderazgo ya que serán muy apreciadas sus aptitudes y actitudes en relación a la escrupulosa gestión responsable del medio ambiente mundial y que fruto del uso de las vanguardias tecnológicas gozan de un balance medioambiental positivo. También en el ámbito de los negocios “junto con” o “juntos por” fruto de fórmulas de productos y servicios de alta incidencia social o medioambiental (Negocios inclusivos y para salir de la exclusión, Negocios en la Base de la Pirámide…) o con respecto a la Innovación Social y para el Desarrollo.
Por ello propongo que:
– El sector público:
o Dote a la cooperación al desarrollo de instrumentos para fomentar la cooperación bi/multilateral efectiva en línea con las tendencias de cooperación internacional 3: identificando los ámbitos de complicidad en la Acción Exterior Española (comercial y de cooperación al desarrollo), del sector público y sector privado y/ o sociedad civil, administración local… los negocios inclusivos, por países y sectores económicos, por marcos de referencia (cruce de Objetivos de Desarrollo del Milenio con Pacto Mundial por países…)…
o Promocione/ Observe con criterio y rigor las mismas, apoyándose en las redes internacionales que articulan la Acción Exterior Española: Comercial (Consejerías Comerciales, Cámaras Españolas de Comercio en el exterior, ICEX…) de Cooperación al Desarrollo (OTC y sus socios locales- Administración y Sociedad Civil).
o Fomente el conocimiento del marco de DDHH y Multinacionales de UN, en las actividades de promoción de la internacionalización de las empresas españolas.
o Discrimine positivamente por compromisos, y evidencias objetivas de cumplimiento de la RSE en su dimensión internacional en los criterios de concesión de las subvenciones a la internacionalización (Fondos para la Internacionalización de la empresa), las asociaciones en proyectos con la cooperación al desarrollo, en sus compras e inversiones públicas…
o Incluya estos referentes y criterios (RSE Internacional) en los acuerdos comerciales entre supra regiones y países, en los encuentros internacionales, y foros multilaterales en los que participa y sumarse a las vanguardias de exigencia de justicia corporativa global, en materia de derechos humanos, derechos laborales y protección medioambiental (pe.: crear una Comisión de Negocios, Derechos Humanos y Medio Ambiente, tal como propone la London School of Economics al gobierno británico para la protección de estos derechos universales) 4.
o Dote de más recursos/ capacidades, el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, al Punto Nacional de Contacto para la observancia (conocimiento, comprensión y cumplimiento) de las Líneas Directrices de la OCDE y del Convenio OCDE de Lucha contra la Corrupción.
– El sector privado en esta dimensión internacional de la RSE debe integrar estas claves de elegibilidad y legitimidad social a través del:
o DIALOGO: Tener en cuenta el planteamiento de diálogo con las partes interesadas, las administraciones nacionales, locales… para la toma de decisiones que internalicen los impactos negativos y potencien los positivos (se apoya así en la vertebración social y se mejora la gestión de la RSE)
o COMPROMISO Y COHERENCIA: Demostrar que las empresas “ESTÁN en la Sociedad” donde operan/ negocian, y no son ajenas a sus efectos y capacidades (sensibilizando en esta dimensión a todo el personal). La Legitimidad Social y la Coherencia Ética entre acciones y mensajes globales y locales, es la clave estratégica para la permanencia efectiva. Ya no solo importan los resultados económicos, sino “todos los medios” con los que se consiguen para valorar (“Todo necio confunde valor con precio”- Machado-) una empresa.
o UTILIDAD SOSTENIBLE: La RSE entendida como una nueva forma de plantear los negocios y una nueva forma de relación empresa – sociedad, más participativa y holística, puede jugar un papel de facilitador y acelerador de la necesaria inflexión que precisan las economías de los países en vías de desarrollo.
Y en estos tiempos de crisis “en los que vivir es un arte” no deben olvidarse estas posibilidades para el estímulo de la creatividad empresarial y la competitividad responsable, para tener un planeta más incluyente, solidario, justo y sostenible, porque “(…) Una crisis global, exige respuestas globales” pero también (…) “Garantizar una recuperación justa y sostenible para todos”- como se decía en las “casi olvidadas” conclusiones de la Cumbre Líderes del G 20. Londres 2 de Abril 2009-.