Asociar el producto a una marca ética es aún más relevante cuando se trata de productos cosméticos destinados a aportarnos salud y belleza. La persona establece con ellos un vínculo casi íntimo en el cual la confianza es la base de la relación. Un fabricante de cosméticos responsable debe preocuparse por ofrecer las máximas garantías de seguridad al usuario. La aplicación de productos cosméticos implica el contacto directo con el cuerpo humano y omitir precauciones implica el riesgo de exponer a los usuarios a contaminaciones microbiológicas, químicas y otros efectos tóxicos.
Proveedores de servicios técnicos como TÜV SÜD llevan a cabo minuciosos ensayos clínicos y rigurosos estudios de los cosméticos. Este tipo de empresas, que suelen tener una red de profesionales en todo el mundo y acreditaciones internacionales, ofrecen soluciones globales teniendo en cuenta la seguridad y calidad del consumidor, contribuyendo a que las marcas de alcance internacional cumplan con la responsabilidad social en un mundo cada vez más globalizado.
Hoy se emplean más de 3000 ingredientes naturales y sintéticos en los productos cosméticos y, aunque el uso de muchos de ellos es seguro, los productores a pequeña escala pueden incluir ingredientes locales en sus productos que no tienen un amplio uso, lo que complica la tarea de garantizar la seguridad del cosmético.
Lanzar una marca a nivel nacional o internacional requiere un aval de seguridad que tenga en cuenta la regulación de cada país, evalué la estabilidad de los productos cosméticos tras su fabricación y también la eficacia de los conservantes. Los métodos de ensayo de los cosméticos han sufrido cambios y en muchas legislaciones se prohíben los experimentos con animales para evaluar la seguridad de los cosméticos. En China y en otros países se imponen largos ensayos y exigentes procesos de revisión y aprobación en productos cosméticos nuevos.
Los consumidores en EEUU utilizan unos 10 cosméticos al día. Esto supone estar expuestos a más de 125 ingredientes diariamente, una frecuencia de exposición que, junto con el número de ingredientes cosméticos en uso, incrementa enormemente el riesgo de sufrir una reacción adversa al producto.
Con el fin de eliminar fronteras, los marcos normativos globales de los productos cosméticos que antes requerían una aprobación obligatoria previa a la comercialización del producto, ahora optan por un control posterior del producto cuando ya está en el mercado. Esto incrementa la responsabilidad del fabricante de garantizar la calidad de los ingredientes, la estabilidad de los productos cosméticos tras su fabricación y la eficacia de los conservantes.
Mediante los ensayos microbiológicos se descarta la presencia de contaminantes microbianos potencialmente nocivos. En los ensayos de contaminantes químicos se detecta la posible presencia de contaminantes químicos tóxicos para el ser humano (mercurio, plomo, arsénico y dioxanos) mediante la espectrografía infrarroja y la cromatografía líquida de alta eficacia.
En los ensayos de eficacia de conservantes se inyectan diferentes bacterias a las muestras de productos cosméticos y se evalúan de forma regular durante el periodo de ensayo para comprobar los niveles de contaminación. No son menos relevantes los ensayos de estabilidad para valorar los cambios en las características clave del producto cosmético y que podrían suponer un impacto negativo en el uso del consumidor. Los ensayos dermatológicos son los últimos ensayos básicos a los que se somete el cosmético para medir la irritación dérmica, irritación ocular y sensibilización dérmica. Estos ensayos abordan directamente muchas de las preocupaciones de seguridad en relación al uso humano de los cosméticos.
En la actualidad, a pesar de la tendencia general a unificar las normativas para favorecer el comercio internacional, no es menos cierto que siguen habiendo importantes diferencias entre países y que, en muchos casos, es aún necesario ajustarse a complejos requisitos como en China, por ejemplo.