En noviembre de 2022, la población mundial alcanzó los 8.000 millones de habitantes, el triple de la cifra registrada a mediados del siglo XX. Con esta proyección, se prevé que en 30 años lleguemos a 9.700 millones de personas y a 10.400 millones en 2080. Aunque existe un margen de error en estas previsiones, la tendencia al alza es clara. En este contexto, la incertidumbre sobre los recursos necesarios para alimentar a toda la población, junto con el desafío que plantea el cambio climático, nos obliga a innovar, y así se refleja en los programas de investigación en innovación de la UE, acerca de nuevas soluciones alimentarias que aseguren un suministro continuo, seguro y sostenible de alimentos tanto para personas como para animales.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó en 2013 un extenso informe en el que se propone la cría de insectos comestibles como una fuente de proteína alternativa y sostenible a explorar como una de las posibles soluciones para hacer frente a este reto futuro.
Aunque esta idea puede parecer novedosa, la realidad es que más de 1.900 especies de insectos comestibles ya forman parte de la dieta de 2.000 millones de personas en el mundo.
Y es que los insectos ofrecen una serie de beneficios tanto nutricionales como medioambientales y sociales que los hacen muy interesantes como fuente de alimento.
Nutricionalmente, los insectos son ricos en proteínas, un macronutriente esencial para el crecimiento, desarrollo y correcto funcionamiento del organismo. Esta proteína es de alta calidad, ya que contiene todos los aminoácidos esenciales y es altamente digestible. Además, los insectos aportan ácidos grasos poliinsaturados, como el omega-3, omega-6 y el omega-9, vitaminas, minerales y fibra en cantidades significativas.
Desde un punto de vista medioambiental, la cría de insectos es una práctica ganadera altamente sostenible. Requiere de pocos recursos, emite una escasa cantidad de gases de efecto invernadero y permite revalorizar los desperdicios agroalimentarios, transformándolos en nutrientes de alta calidad, así como en otros subproductos valiosos para las industrias médica, farmacéutica, cosmética y agrícola. Además, la cría de insectos es una práctica relativamente sencilla, postulándose como una oportunidad económica en áreas con acceso limitado a tierra, educación y otros recursos.
Todas estas ventajas sitúan a la cría y consumo de insectos comestibles como una solución viable y sostenible para enfrentar los desafíos alimentarios y medioambientales en los que la población mundial puede verse envuelta en un futuro próximo.
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