Aunque intentemos evitarla, en muchas ocasiones, es muy difícil combatir la sobreprotección con personas en situación de vulnerabilidad psicosocial. No obstante, a pesar de que esto es algo que siempre se hace desde la mejor de las intenciones, puede convertirse en un obstáculo para la autonomía de las personas con discapacidad. No podemos negar que, a lo largo del tiempo, la sociedad ha promovido una visión asistencialista que, en muchos casos, ha reforzado la dependencia de estas personas, en lugar de buscar las herramientas que fomenten una vida independiente. Sin embargo, el derecho a la autonomía y la inclusión plena es fundamental para el bienestar y la dignidad de las personas con discapacidad, y trabajar en ellas es esencial.
Por suerte, existen entidades, programas y proyectos que trabajan incansablemente y de manera constante para que esto sea una realidad y para que todas aquellas personas con discapacidad o en situación de vulnerabilidad psicosocial puedan desarrollar su independencia en todos los sentidos, tanto personal como laboral.
En este punto cabe destacar que, según un estudio llevado a cabo por la Fundación Alex Rivera junto a Fundación PwC, en España, cerca de 300.000 personas con discapacidad intelectual requieren apoyos personalizados para realizar las actividades cotidianas de la vida diaria. Además, el mismo estudio señala que la gran mayoría vive en el entorno familiar, mientras que el acceso a modelos de vivienda independiente, como los pisos tutelados o propios, es muy limitado. Como ellos mismos indican, esto se traduce en que la falta de alternativas y la escasez de recursos dificultan la plena inclusión y la transición hacia una vida más autónoma para muchas personas con discapacidad intelectual.
Sin duda, los familiares y cuidadores suelen desempeñar un papel crucial en la vida de las personas con discapacidad. No obstante, en su afán de protegerlos, pueden limitar su capacidad para tomar decisiones y desarrollar habilidades esenciales. Así pues, la sobreprotección puede manifestarse en diversas formas, como la toma de decisiones sin consulta previa, la restricción del acceso a experiencias nuevas o la evitación de que enfrenten retos por miedo a que fracasen.
Este enfoque, aunque bien intencionado como adelantábamos, puede tener consecuencias negativas como la falta de confianza en sí mismos, la reducción de habilidades sociales y una mayor dependencia de terceros. Además, refuerza una percepción de inferioridad que puede afectar la autoestima y el sentido de logro personal.
La importancia de fomentar la vida independiente desde la infancia
Por supuesto, para fomentar la vida independiente, es clave promover la autonomía desde la infancia. Es evidente que esta etapa marca la vida de cualquier persona, por ello, todo lo que se aprenda y ocurra en ella será esencial para el desarrollo personal y emocional. Por ello, fomentar la independencia desde los primeros años de vida es básico. En el caso de las personas con discapacidad, además, esto implica brindar oportunidades para que tomen decisiones acordes a su edad y capacidad, fomentando el desarrollo de habilidades para la vida diaria. Así pues, es muy importante que se trabajen aspectos como la autodeterminación, desarrollar habilidades de autogestión, crear entornos agradables y adaptados o fomentar la resolución de problemas, fortaleciendo así su confianza y sus habilidades cognitivas.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que la educación juega un papel fundamental en el desarrollo de la autonomía, por lo que un sistema educativo inclusivo debe proporcionar oportunidades de aprendizaje adaptadas a las necesidades de los alumnos, y accesibles, promoviendo la participación activa y la equidad, ya sea en la escuela ordinaria o a través de la educación especial cuando requieran de más apoyos y atención. Además, es crucial que la comunidad en general participe en la eliminación de barreras físicas y sociales, creando espacios donde las personas con discapacidad puedan desenvolverse sin restricciones.
¿Y qué pasa a lo largo de los años? La inclusión laboral es otro aspecto fundamental para la autonomía. La capacitación para el empleo y la adaptación de los espacios laborales permiten que las personas con discapacidad accedan a oportunidades de trabajo dignas, fomentando su independencia económica y su integración social. Por ello, la formación adaptada para la consecución de un empleo digno y de calidad será también clave en este proceso.
La importancia de las entidades y centros de apoyo
Debemos ser conscientes de que, en la mayoría de los casos, las familias no pueden ni tienen las herramientas para afrontar solas este desafío y conseguir pasar de la autoprotección innata a fomentar la vida independiente de las personas con discapacidad. Por ello, la labor de entidades y centros de apoyo en una pieza fundamental en todo esto. Por ejemplo, en FUNDACIÓN JUAN XXIII, que lleva más de 55 años trabajando para la inclusión social y laboral de personas en situación de vulnerabilidad psicosocial, especialmente con discapacidad intelectual y/o enfermedad mental, se trabaja de muchas formas y en muchos proyectos para fomentar la independencia y asegurar la calidad de vida de las personas con discapacidad.
Dentro de sus servicios en el área de Autonomía y Vida Independiente, que están dentro del Centro de Bienestar Psicológico y Social de la Fundación, SumaMente, podemos encontrar la Oficina de Vida Independiente, un recurso del Ayuntamiento de Madrid gestionado por la Fundación, que ofrece información, orientación y apoyos personalizados e individualizados a las personas con discapacidad y del desarrollo en la ciudad de Madrid. Estos apoyos son prestados por asistentes personales en el entorno y el hogar de las personas a las que atienden. Además de la Oficina de Vida Independiente, FUNDACIÓN JUAN XXIII gestiona 5 pisos supervisados, con un total de 15 usuarios que vive en ellos.
Los pisos varían dependiendo de las necesidades de apoyo de las personas convivientes en ellos. Hay pisos que tienen una supervisión continua 24/7, hay pisos que reciben apoyos 3h cada día, y hay pisos que reciben apoyos 2 días a la semana. Además, cuentan con un piso formativo, del área de Centros Diurnos, para que puedan ir adquiriendo estas habilidades de autonomía previamente a la convivencia. El objetivo no es otro que, tras haber pasado por el programa, sean capaces de desarrollar los hábitos necesarios para asearse, así como comprar, preparar y conservar alimentos, limpiar y ordenar la casa o reaccionar adecuadamente ante situaciones de peligro en el hogar.
En definitiva, el paso de la sobreprotección a la autonomía requiere un cambio de paradigma en la forma en que la sociedad percibe la discapacidad. Fomentar la independencia de las personas con discapacidad no solo mejora su calidad de vida, sino que también fortalece una sociedad más inclusiva y equitativa.
Por ello, la clave está en proporcionar apoyo sin imponer límites, permitiendo que cada persona desarrolle su potencial al máximo y participe plenamente en la comunidad. Solo así lograremos una verdadera inclusión y autonomía para todas las personas.
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