Para mí ha sido una experiencia inolvidable, ya que se trata de un reto personal y un sueño el poder enseñar para que todo el mundo pueda comunicarse con otras personas sordas, usuarias de la Lengua de Signos.
Yo nací oyente. A la edad de 20 años adquirí una sordera unilateral y un acúfeno por un trauma acústico, lo que me supuso no poder volver a escuchar el silencio desde entonces. Poco tiempo después de la lesión auditiva, decidí aprender el oficio de intérprete y logré el título de intérprete oficial y guía de personas sordociegas.
En mi carrera profesional como intérprete, me he visto en situaciones de mucha desigualdad y he aprendido que la mayoría de las veces se producen por un desconocimiento generalizado aún muy latente en nuestra sociedad. Pienso que tenemos que seguir trabajando juntos para, así, poco a poco, sensibilizar al mundo, dar a conocer, con empatía, estas realidades y cambiarlo a mejor.
El propósito de Nationale-Nederlanden es ayudar a cuidar de lo que más importa y durante nuestra semana anual de voluntariado “Tú comunidad importa” pudimos desarrollar diferentes acciones de voluntariado. Así que propuse enseñar Lengua de Signos.
¿Cuál fue mi sorpresa? He tenido la maravillosa oportunidad de enseñar Lengua de Signos a las personas coordinadoras y voluntarias de la Cruz Roja en Madrid, que trabajan con personas sordas inmigrantes.
La compañía me facilitó el tiempo, ocho horas de mi jornada laboral, y una sala con una pantalla y cámaras inteligentes que seguían mi movimiento (¡qué pasada!). Fue toda una nueva experiencia para mí. Siempre he enseñado de forma presencial y nunca pensé en lo ágil que es la tecnología en la formación de este tipo. Pude ofrecer un taller de calidad enseñando, a un nivel básico, los conceptos que se necesitan para poder comunicarse con las manos en el espacio visual de una persona sorda. Gracias a la tecnología facilitada pude corregir las configuraciones de signos erróneas solo con un vistazo general a la pantalla, lo que ha facilitado enormemente mi trabajo de formador y como referente lingüístico.
Otra de las razones por las que hago esto es que forma parte de mi historia familiar. Hace más de 50 años, mi abuela Rosarito fue maestra en un pueblo de Guadalajara, donde enseñó a una niña sorda de nacimiento a leer, escribir y hablar, con la ayuda de sus manos y una guitarra. Mi abuela fue un ejemplo para mí: se lanzó a buscar alternativas a la enseñanza cuando no existían recursos y sin importar que las demás personas lo vieran como algo imposible. ¡Mucho antes de que existiera el perfil del logopeda, ella lo consiguió!
Sin duda, esta experiencia, para mí, ha sido muy especial y emotiva. Ojalá vuelva a tener la oportunidad en el futuro de repetir iniciativas de este tipo porque ha sido todo un placer. Nunca dejaré de estar agradecido a la compañía por brindarme esta gran oportunidad. Además, quiero agradecer la colaboración y, sobre todo, la sonrisa constante de mis alumnas y alumnos; nunca los olvidaré. De corazón, GRACIAS.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Internacional de los Voluntarios