La celebración del Día Mundial de las Ciudades nos tiene que servir para recordar que las ciudades son enormes sumideros de energía, agua, materiales e información y, por tanto, en absoluto autosuficientes ni sostenibles. Urge un cambio radical.
Las ciudades, por su propia naturaleza y configuración, actúan como grandes sumideros de energía, agua, materiales e información, al tiempo que exportan residuos y contaminación, en definitiva, desorden (entropía), para poder mantener su orden interno.
Su huella ecológica es inmensa: precisan de enormes superficies de territorio, allende sus fronteras, para movilizar los flujos de energía, agua, materiales e información con los que mantener su metabolismo urbano. Tales niveles de consumo no se podrán mantener indefinidamente, pues para que fuera posible necesitaríamos varios planetas más, con los cuales no contamos.
Lo que quiero expresar con este párrafo introductorio es que los sistemas urbanos son, por definición, insostenibles (al menos en su configuración actual), si entendemos sostenibilidad como la viabilidad (física) de un sistema en el tiempo. Ello choca frontalmente con el pretendido objetivo de hacerlos sostenibles, como reza el ODS 11 de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.
Sí podemos, y debemos, intervenir en las ciudades para cambiar su rumbo y acercarlas a patrones de comportamiento que las hagan más viables, físicamente, en el tiempo. Para ello debemos, en primer lugar, reconectarlas con el territorio del que dependen y articular una trama urbana generadora de cercanía o proximidad, que minimice la necesidad de desplazarse en medios motorizados de transporte.
El transporte se lleva un tercio de toda la demanda final de energía, y la práctica totalidad de ella le llega en forma de combustibles fósiles. Debemos apostar por una ciudad policéntrica y multifuncional, de distancias cortas, que nos permita revitalizar la escala de barrio y recuperar un espacio público centrado en las personas; un espacio público donde apetezca pasear, socializar, jugar o, simplemente, estar.
Además de la minimización de las necesidades de transporte, debemos incorporar la autoproducción renovable en el sistema urbano con las comunidades energéticas y el autoconsumo, extender las zonas verdes y la cubierta vegetal para minimizar el efecto isla de calor urbana, acercar el campo a la ciudad a través de los huertos urbanos y la agroecología, entre un larguísimo etcétera imposible de resumir en este breve texto. Se trata, en definitiva, de moderar el metabolismo urbano, cerrando los ciclos de los materiales y apoyándonos, todo lo que sea posible, en las fuentes renovables de energía, erradicando los combustibles fósiles de nuestra vida cotidiana.
Ciudades sostenibles son, hoy, aquellas ciudades que han sabido integrar el verde urbano, la producción de energía renovable, la movilidad no motorizada o la economía circular en su modelo de ciudad, impulsando una estrategia urbana y territorial de adaptación al cambio climático.
En El Futuro de las Ciudades estamos comprometidos con esta visión, y para ello desplegamos un modelo de cambio completo, que se basa en 3 palancas que son absolutamente fundamentales para nosotros: 1) la innovación, pues vamos tarde, muy tarde, y no podemos seguir al trantrán sino que debemos acelerar todo lo posible y subvertir el modelo, y para ello necesitamos la innovación (tecnológica, social, etc.); 2) la colaboración, pues el ingente proceso de transformación que tenemos por delante lo tenemos que abordar sin dejar a nadie atrás, contando con todos y todas; y 3) los datos, pues el análisis de grandes volúmenes de datos nos facilita la realización de predicciones y simulaciones que nos van a permitir enfocar y desplegar mucho más eficazmente todo tipo de actuaciones e iniciativas.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial de las Ciudades 2024, en colaboración con Holcim.