Las cifras en torno al liderazgo femenino en el Tercer Sector continúan mejorando, pero en términos de igualdad interseccional todavía falta mucho camino por recorrer. Análisis como el recientemente publicado por Fundación Lealtad señalan una mayor presencia de mujeres en los órganos de decisión del ámbito social, lo que hace que este se interprete como un sector de referencia en términos de paridad. No obstante, aunque la brecha de género en las ONGs en nuestro país sea demostradamente menor que en otros terrenos como el empresarial, el educativo o el científico, la verdadera equidad sigue siendo un objetivo todavía alejado de la realidad.
En este sentido, la representación de la mujer en los principales puestos de responsabilidad de las ONGs, aunque mayor, no llega a ser proporcional a su participación, ya que 2 de cada 3 personas que trabajan en el Tercer Sector son mujeres -según datos de la Plataforma de ONG Acción Social-, por otro lado, los patronatos continúan compuestos mayoritariamente por hombres y, observando un dato más alarmante, la amplia mayoría de personas que componen los órganos de gobierno de las entidades del TSAS no perciben ningún tipo de remuneración por dicho trabajo, es decir, realizan esta labor de manera voluntaria.
Dos problemáticas se entrelazan aquí dando sentido al escenario laboral que experimentamos en el tercer sector: la feminización de los cuidados y el exceso de voluntarismo. Es momento de impulsar un reconocimiento económico y profesional para las mujeres que se corresponda con su alta participación en este ámbito. No solo consiste en formar parte, sino en hacerlo con trabajos dignos, poniendo en valor el papel fundamental de quienes se dedican al cuidado de otrxs, con remuneraciones adecuadas, y con garantías y estabilidad laboral.
No se trata únicamente de una cuestión estadística, de cumplir con cuotas y con lo establecido por ley, se trata de reparar y solventar una de las deudas históricas -de las muchas que existen- con las mujeres, con las trabajadoras y con las que no han tenido la oportunidad de trabajar en la economía formal. La equidad, en todos los ámbitos, es la base para lograr una sociedad libre de los perjuicios que causa la desigualdad de género sistémica y la configuración de un mundo basado en una lógica patriarcal. Seguir trabajando para alcanzar una igualdad interseccional no es solo una forma de reconocer la labor de todas aquellas mujeres que han luchado por ello antes de nosotras, también es la manera de enviar un mensaje a las generaciones del futuro, a todas aquellas mujeres del mañana, de que verdaderamente tienen derecho a ocupar su lugar en el mundo, a desarrollarse, aprender, experimentar y crecer tanto como cualquiera de sus compañeros hombres.
En este sentido, dada la naturaleza de las organizaciones sociales, la igualdad de oportunidades es un valor intrínseco al Tercer Sector. Sin embargo, esto no siempre se traduce en una cultura organizativa equitativa dentro de las propias entidades. Necesitamos que se incorporen políticas y planes de igualdad acompañados de acciones específicas que aseguren que este principio esté presente también en la gestión interna de las organizaciones. El ya famoso 8 de marzo sirve también como recordatorio de que, para que alcancemos la igualdad también en lo social, resulta imprescindible entender la perspectiva de género interseccional no sólo como un conjunto de ideas y herramientas aplicables a los proyectos e iniciativas en los que trabajamos, sino como parte de una solución más amplia y consecuente con las discriminaciones estructurales presentes en todos los ámbitos.