A la mayoría de los trabajadores en España nos gusta trabajar de forma autónoma, sin tener que depender o poner en común nuestro trabajo con otras personas. Preferimos una empresa tradicional que nos proporcione transparencia y seguridad, donde la posición del empleado y el directivo esté bien definida. Además, queremos vivir tranquilos respecto al trabajo, aunque ello suponga no llegar nunca a lo más alto. En definitiva, la mayoría de los empleados en España somos conservadores ante el trabajo.
Es una de las principales conclusiones que hemos extraído en InfoJobs durante la reciente presentación de Los perfiles actitudinales de los trabajadores en España, en la que dábamos a conocer los diferentes rasgos de personalidad de los perfiles que componen el actual mercado de trabajo español, atendiendo principalmente a dos ejes: el nivel motivacional laboral presente por parte del profesional y la perspectiva del mundo laboral que tiene. A partir de dichos ejes, hemos identificado cuatro perfiles de empleados distintos: el ya mencionado conservador, el vocacional, el acomodado y el inconformista.
Observábamos también que este perfil predominante, el conservador, está convencido de que no le hace falta seguirse formando, dado que sus conocimientos sobre el puesto de trabajo son más que suficientes para tirar hacia delante. Algo semejante sucede con los acomodados, que apuestan por la estabilidad laboral y el sentirse cómodos, puesto que el trabajo para ellos es una forma de ganar dinero, un medio de vida. Estos, junto con los conservadores, conforman el 54% del panorama laboral en España, y se oponen en aspectos como la formación o la digitalización a los vocacionales e inconformistas.
Desde mi punto de vista, no cabe duda de que queda un largo camino por recorrer si nuestro objetivo común es avanzar hacia el futuro y hacer frente a los retos que están por venir. Uno de ellos, claro está, es precisamente la digitalización. Tal y como indica el informe The Future of Jobs del World Economic Forum, el futuro del empleo de aquí a dentro de cinco años va a estar muy ligado a la digitalización de las empresas; una herramienta clave para poder competir en el mercado y destacar frente a los demás. El informe remarca que, en el próximo lustro, 85 millones de puestos de trabajo pueden verse desplazados con motivo de la automatización de muchas tareas y actividades; pero, por el contrario, pueden surgir 97 millones de nuevas tareas y puestos más adaptados a esa nueva realidad laboral. Por eso, la digitalización resulta imprescindible para el progreso del trabajo.
Y si la digitalización es fundamental, la formación también lo es, ya que -sin ella- resulta imposible adquirir habilidades digitales. Según los datos de nuestro informe sobre Transformación Digital, Robotización y el Desarrollo de Nuevas Tecnologías, antes de la pandemia, la mitad de los trabajadores reconocía no estar formándose en competencias sobre nuevas tecnologías. Por suerte, la Covid ha demostrado que discurríamos por la senda equivocada. Pero, más allá de la formación en digitalización, existe también la necesidad de fomentar habilidades creativas y sociales entre los profesionales, como puede ser la inteligencia emocional o la empatía, el pensamiento crítico-analítico, la voluntad por seguir aprendiendo o la capacidad de adaptación (reskilling). No podemos perder las ganas y la motivación de reinventarnos, de aprender más. Debemos ser inconformistas ante la digitalización y la formación.