El emprendimiento social no es una novedad pero sí que vemos cada vez más iniciativas que se enmarcan en el emprendimiento social en su sentido amplio. La pregunta que hay que hacerse no es tanto si estas iniciativas son pertinentes sino que hay que estudiar la coherencia de dichos proyectos con otras dimensiones.
Emprender de forma responsable ya no se plantea como un valor añadido a una actividad, sino como una evidencia para muchas personas que deciden poner en marcha una actividad económica dando elementos de respuesta a necesidades básicas no cubiertas y a problemas de desarrollo. Estas actividades económicas de nueva creación pueden adoptar distintas formas legales pero al fin y al cabo se desprende una clara orientación a trabajar de una forma distinta a lo que durante mucho tiempo han sido las reglas del juego en el mundo empresarial: ahora muchos buscan optimizar los impactos socioeconómicos y medioambientales de una inversión.
Esta inversión debe responder a imperativos que le marca el mercado en el cual se desarrolla, pero se respira optimismo al ver que los beneficios ya no son la motivación exclusiva para desarrollar un proyecto empresarial.
Al margen de estas inicativas, permanece un problema de financiación, porque si somos muchos a pensar que invertir en impacto es bueno, muchos inversores no ven el retorno en inversión a la hora de apoyar tales negocios. Distintas opciones se barajan y poco a poco se perfilan alternativas a las fuentes clásicas de financiación. Que hablemos de Social Stock Exchange o de Social Angels por ejemplo, lo importante es que estas nuevas formas de invertir su dinero y de financiar un proyecto rompan con una dinámica clásica. Sin duda, queda mucho camino por delante, pero el camino esta abierto y es muy valorable en estos tiempos difíciles.
Dicho esto, hay que reconocer que existe una moda del social business que plantea retos de vigilancia e incidencia en políticas empresariales. Lo mismo que disponer de una RSE alejada del core-business de una empresa y que no supone un cambio estructural fuerte, el tener una política de social-business que no es representativa de la actividad global de una empresa pone en peligro la esencia del negocio social.
La RSE como un departamento más y el social business como otro departamento más pueden desvirtuar lo que en el fondo se intenta conseguir de verdad. Dicho de otra manera, si la RSE y el enfoque de social business de una empresa tiene relación directa con su core-business y representa una proporción relevante de su facturación, entonces aseguraremos el éxito y la Sostenibilidad de estas medidas, huyendo de un efecto de moda.
En el corto y medio plazo, es importante evitar una recuperación meramente comunicativa de esta terminología y luchar en que se conserven objetivos, motivaciones e ideales que se vehiculan con una forma distinta de participar a conseguir hitos de desarrollo humano.