En septiembre de 2015, en una cumbre histórica de las Naciones Unidas, los dirigentes mundiales de los Estados miembros aprobaron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Su entrada en vigor fue oficialmente el 1 de enero de 2016 poniendo sobre la mesa el mayor plan de acción global para lograr un mundo más inclusivo y próspero para todas las personas y el propio planeta. Estos ODS se han convertido también para las empresas en el mapa que les permite identificar si su impacto social, económico y medioambiental aporta valor a la sociedad.
Por ello en el Consorci de la Zona Franca de Barcelona rápidamente entendimos que debíamos ejercer un papel activo impulsando estos objetivos de desarrollo sostenibles e implicar al conjunto de las empresas de nuestro ecosistema.
Pocos años más tarde llegó la pandemia del COVID-19 y con ella se aceleró una revolución tecnológica y digital, que normalizó la implementación de algunas prácticas como las conexiones en remoto, el trabajo en la nube, los lectores QR, las videollamadas, el paperless, etc. Lo cierto es que, en todo caso, podríamos hablar de evolución y no de revolución, pues lo verdaderamente revolucionario fue, en su día, el origen de internet (APRANET) en 1969, la revolución digital con la creación del primer teléfono móvil en 1973, el desarrollo del primer GPS (Sistema de Posicionamiento Global) en 1978, la invención de World Wide Web en 1989, la introducción de la tecnología bluetooth en las sociedades en 1999 y la popularización de la banda ancha en 2000, entre otros hitos tecnológicos, por no hablar de la primera y segunda revolución industrial.
Esta revolución digital y tecnológica ha traído consigo una evolución económica, pues si de algo ha servido la pandemia es para acelerar aún más la necesidad de avanzar hacia una economía sostenible, paritaria, igualitaria, digital, verde… es decir, hacia una nueva economía.
Lo cierto es que la implementación de la tecnología y la digitalización en cada uno de los sectores de la economía lleva consigo muchos cambios que tanto empresas como empleados deben asumir de manera positiva y ver en ellos un paso hacia la eficiencia y la mejora de sus condiciones laborales, así como una oportunidad para ser partícipes de esta nueva economía.
La pandemia puso de manifiesto que es necesario fabricar más, mejor y más cerca, y por tanto que era necesario realizar una apuesta clara hacía la reindustrialización, aspecto que en el Consorci de la Zona Franca de Barcelona ya llevábamos tiempo trabajando con proyectos como la primera incubadora de empresas de impresión 3D, el 3D Incubator, o el DFactory Barcelona para realizar el proceso de evolución hacia la industria 4.0, que forma parte de esta nueva economía. Hoy, en nuestro entorno vemos como día a día, la robótica, la inteligencia artificial, la impresión 3D, el Blockchain, el IoT, el 5G y otras tantas tecnologías marcan la evolución de las empresas que nos rodean.
En DFactory Barcelona, vemos cómo se diseñan robots colaborativos (Cobots) que ayudan a los trabajadores en sus tareas más mecánicas, evitando esfuerzos, peligros y acciones repetitivas. Esto no significa que estas personas hayan perdido su trabajo, sino todo lo contrario, son las encargadas de manejar dichos robots mediante aplicaciones y dispositivos móviles de fácil usabilidad o de programarlos.
Esto es posible gracias a las TIC que, además de generar empleos de valor añadido, permiten obtener una comunicación eficiente entre Cobots y humanos, garantizando la colaboración y la sincronización de actividades, mediante el intercambio de información en tiempo real, lo que mejora la eficiencia y la seguridad del entorno de trabajo. DFactory Barcelona se ha convertido en el ecosistema de industria 4.0 de referencia internacional donde se producen alianzas y se desarrollan proyectos entre empresas relacionados con la impresión 3D, la sensórica, los datos, la robótica, la ciberseguridad, la IA…
Todas estas tecnologías requieren de nuevos perfiles profesionales, por lo tanto, generan puestos de trabajo y, por ende, nuevas ofertas formativas adaptadas a las necesidades se la sociedad, también en constante evolución. En esta nueva realizad económica, las sinergias y alianzas entre sectores son imprescindibles y es necesaria la creación de espacios donde puedan producirse.
Y todo ello se produce en Barcelona, la ciudad de referencia en Europa de la nueva economía, que apuesta firmemente por esta nueva forma de hacer las cosas y que cuenta con un amplio ecosistema empresarial 4.0. Una ciudad donde las ya no tan nuevas tecnologías ya están propiciando esta evolución económica derivada de la revolución tecnológica.
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