La RSC ha venido para quedarse, ni es tendencia ni moda pasajera, al contrario, se ha convertido en el “fondo de armario” imprescindible, en necesidad y obligación. Nosotros en Pikolin lo tenemos claro, es un camino en el que todavía estamos dando los primeros pasos, pero es una senda para seguir y que, sin lugar a dudas, marcará la estrategia de futuro de nuestra compañía.
Si todavía quedaban escépticos, la pandemia y la revolución que ha traído consigo en todos los ámbitos, han terminado por imponer una realidad que siempre es tozuda. En el nuevo escenario, donde las certezas forman parte del pasado, la empatía y la ética de las compañías están marcando un antes y un después en un intangible tan valorado como la reputación. La crisis ocasionada por la COVID-19 ha puesto en valor la capacidad de colaboración del ser humano, afianzándose y extendiéndose algunas tendencias como el activismo social y propiciando el crecimiento de la conciencia colectiva y la colaboración masiva y planificada.
En este nuevo contexto las empresas se perciben como actores relevantes y parte de la solución a los grandes retos actuales y futuros. Nosotros estamos convencidos de que, como empresa, debemos aportar valor social, ético, económico y medioambiental en las comunidades en las que operamos. Creemos firmemente que el futuro pasa por un crecimiento sostenido y sostenible, es así o no será futuro. En Pikolin la RSC se traduce en el compromiso con la sostenibilidad en su triple enfoque: medioambiental, social y económico. Trabajamos para interiorizar ese compromiso, para que sea la visión que define nuestra estrategia de crecimiento, de futuro.
Siempre que se produce una crisis se abren oportunidades. Estamos en el momento de cambiar el futuro, de abrir nuevas sendas. Algunos de los “efectos secundarios” de la pandemia se van a quedar durante un tiempo, “la nueva normalidad” deja poco espacio para las certezas. Hemos aprendido, o estamos aprendiendo, a gestionar desde la incertidumbre. La capacidad de adaptación y de respuesta ágil a todos los escenarios es esencial. En un contexto como este, la generación de confianza es ineludible.
Mantener la credibilidad nos va a exigir mayores dosis de transparencia, de coherencia, de autenticidad y de compromiso. Y también de escucha y reflexión. Las organizaciones no pueden vivir de espaldas a la sociedad, comportándose exclusivamente como agentes económicos. Tenemos que despertar para escuchar más activamente que nunca a todos los grupos de interés y tratar de dar respuesta, con nuestras estrategias empresariales, a algunas de las necesidades detectadas durante la escucha.
Hay mucho por hacer. La consultora McKinsey publicó recientemente el análisis: Convertir los intangibles en tangibles: el futuro para el crecimiento y la productividad donde se concluía que la inversión en intangibles es un imperativo para el crecimiento. El estudio confirma que existe una correlación entre estos activos y la nueva ola de productividad y crecimiento. Y nuestro país no sale muy bien parado en la comparativa con otros de nuestro entorno, invertimos, por ejemplo, menos de la mitad de la media en capital humano y relacional.
Tenemos que dejar de hablar de una política de RSC o de una estrategia de RSC, hemos de dar un gran salto para que los objetivos de la RSC formen parte de la estrategia empresarial. Eso es lo que nos exige la sociedad y el futuro. De ahí que las organizaciones estemos trabajando ya en la definición de los propósitos empresariales. Una tarea en la que ha de implicarse toda la organización y que para ser exitosa exige una nueva forma de liderazgo, el liderazgo responsable.
No tenemos tiempo que perder. La RSC, en ese triple enfoque: medioambiental, social y económico es imprescindible para asegurar el crecimiento futuro. Un futuro que es sostenible o no será futuro.