La sostenibilidad es mentalidad de cambio. Cuando una empresa toma conciencia de la constante transformación del mundo y quiere ser parte de ella, promueve el desarrollo sostenible de la sociedad buscando explotar el presente sin hipotecar los recursos futuros.
Con sus luces y sus sombras, los cambios disruptivos nos embarcan en la fascinante navegación de lo volátil, lo difuso y lo incierto. Ciberataques masivos de ransomware, extremismos y polarización, afectaciones críticas a la cadena de suministros, eventos climáticos extremos, pandemias y conflictos como el de Ucrania nos sitúan en un entorno donde la constante es el cambio y nos obliga asumir nuestra propia evolución empresarial como algo absolutamente existencial.
A modo de ejemplo, la esperanza de vida de una empresa en Standard & Poor’s 500 –uno de los índices bursátiles más conocidos a nivel mundial– era de 61 años en 1958, para pasar a 18 años en 2016. Y no solo eso, según este índice, en 2027 el 75% de las empresas ya no existirán.
En este contexto, la ciudadanía deposita cada vez mayor confianza en las empresas y en su capacidad de enfrentarse a los problemas sociales, como señalan los Edelman Trust Barometers de los últimos años. Los retos que la sociedad nos plantea son nuevos, por desconocidos o ignorados, pero sin duda complejos. Para desafiarlos desde las empresas necesitamos apoyarnos en personas de diversa edad, experiencia, origen y sexo, que nos aporten puntos de vista fuera de nuestro foco habitual, que vean lo que no sabemos ver. Lógicamente eso incluye a las mujeres, que conforman la mitad de los habitantes del mundo, y forman indudablemente parte del cambio.
Actualmente, ha adquirido especial relevancia el empoderamiento femenino, entre otros, como el indígena o el rural. Pero no es algo nuevo, ya en 1985, en el marco de la Conferencia Mundial sobre la Mujer y la Década de la Mujer de Naciones Unidas, se adoptó este término para reivindicar sus capacidades y protagonismo en todos los ámbitos laborales y académicos.
Hay numerosos estudios que ponen de manifiesto el borrado sistemático de las mujeres en la historia, así como su gran aportación al ámbito académico, laboral e incluso militar durante mucho tiempo ignorado y silenciado. Esto tiene sus implicaciones directa y constantemente en el mundo de la seguridad: desde uniformes, chalecos antibalas o cinturones de seguridad absolutamente ineficientes para el cuerpo de una mujer hasta la dotación de espacios inseguros para ciudadanas en urbanismo o la reconstrucción de catástrofes sin considerar labores femeninas, hay incontables ejemplos actuales de todo esto[1].
También existen rigurosos análisis sobre la importante aportación de las mujeres en materia empresarial, así como en seguridad y paz. De hecho, Boston Consulting Group expuso que recibiendo las propietarias de negocios menos de la mitad de nivel de inversión que sus homólogos masculinos, generan más del doble de ingresos. Específicamente, en los procesos de paz en los que participan mujeres como testigos, signatarias, mediadoras o negociadoras tienen una mayor probabilidad demostrada de culminar en un acuerdo que dure al menos dos años, como indica Naciones Unidas.
Particularmente, para el sector de la seguridad esto es vital, pues trabajamos diariamente para que empresas de todos los sectores puedan realizar sus actividades económicas en cualquier parte del mundo, en mejorar la percepción de seguridad de las personas y en fomentar la cultura de seguridad, lo que incluye obviamente hombres y mujeres a partes iguales. Así, la seguridad privada juega un papel esencial en el ecosistema empresarial sostenible y el nivel de diversidad de las compañías es una señal de la calidad de sus servicios.
En este sentido, si al formar equipos a cualquier nivel ya sea para diseñar productos, implementar proyectos o realizar actos de comunicación, sin atender a criterios de diversidad, obtenemos como resultado un grupo homogéneo, los datos parecen indicar que la efectividad será menor. Si no aceptamos esto, al menos debemos asumir que en el exterior se percibirá que el mundo cambia mucho más rápido que nuestra empresa.
Equilibrar el pasado, presente y futuro de nuestra compañía es una de las labores más estratégicas en términos de negocio y sostenibilidad. El legado, la cultura y el propósito configuran los parámetros de cambio en la transformación empresarial. Si la diversidad es una importante fuerza motora de este cambio en la empresa, empoderar a mujeres es una apuesta decidida y estable con garantías de máxima rentabilidad. Incluir mujeres y, en general, equipos diversos en el diseño, implementación y uso de todas las actividades y servicios de las organizaciones es un claro indicador del nivel de preparación de nuestra compañía para el cambio sostenible y, por tanto, de su supervivencia.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables 8M-Día de la Mujer, el papel de la mujer en el desarrollo sostenible: retos y oportunidades.