Todo negocio que quiere perdurar en el tiempo debe ser rentable. Cualquier directivo sabe que, para mantener y desarrollar su compañía, debe considerar cómo afectan sus decisiones estratégicas, operativas y administrativas a la satisfacción de sus clientes y a la rentabilidad de sus productos. Sin embargo, no es factible conseguir una rentabilidad económica sin responsabilizarse de —y, por qué no, explotar— los impactos (positivos y negativos) sociales y ambientales de la organización.
¿Cómo afrontar entonces una gestión equilibrada de los pilares económico, social y ambiental para actuar de forma responsable con el entorno, no solo a nivel local sino siendo consciente de la realidad del mundo globalizado en el que se desarrolla hoy cualquier negocio? El primer paso es asumir que la responsabilidad e influencia de una organización no se circunscriben solo a lo que ocurre en sus instalaciones. Las empresas forman parte de una cadena de valor, desde la obtención en origen de unas materias primas hasta la gestión de los productos que ha fabricado al final de su vida útil. En toda esta cadena, la organización tiene influencia (mayor o menor) y, por tanto, no puede obviar su responsabilidad. Por ello es necesario empezar por recopilar la máxima información de toda esta cadena de valor.
Seguidamente, la organización debe plantearse en cada fase cómo impacta su actividad en relación a cada uno de los ODS y evaluar qué fortalezas, debilidades, oportunidades y riesgos pueden representar estos impactos para el negocio. Este ejercicio debe realizarse con una mente abierta y teniendo en cuenta la interrelación entre los distintos ODS.
Está claro que, a primera vista, hay ODS con los que parece más sencillo que cualquier empresa pueda alinearse. Son un ejemplo el 5, el 7, el 8 o el 13. Sin embargo, dado que los ODS están muy interrelacionados entre sí y que todas las empresas actúan en un mundo cada vez más globalizado, es posible tener influencia sobre ODS que pueden inicialmente parecer más “lejanos”, como el 1, el 2 o el 4. En muchas ocasiones, la influencia pasará por considerar los impactos fuera de las propias instalaciones; por ejemplo, estableciendo requisitos sociales y ambientales para los proveedores, o implicándose en garantizar que los productos que se ponen en el mercado puedan ser recuperados / reciclados al final de su vida útil, promocionando así la economía circular.
Diseñar un sistema de gestión de mejora continua
Una vez identificados los impactos más significativos, la organización puede diseñar su sistema de gestión de mejora continua: potenciando los impactos positivos y atenuando los negativos. Maximizando así la creación de valor compartido para sus propietarios/accionistas y para las demás partes interesadas y la sociedad en sentido amplio (definición de la Responsabilidad Social según la Estrategia renovada de la UE para 2011-2014).
Como en cualquier sistema de gestión enfocado a la mejora continua, se trata de:
- partir de un compromiso firme y transparente de la alta dirección,
- establecer objetivos de mejora específicos, medibles, alcanzables, realistas y con un plazo de consecución establecido,
- establecer procedimientos de actuación y asignar recursos para conseguirlos
- definir un sistema de monitoreo para evaluar el grado de avance
- y, finalmente, en función de los resultados, implementar medidas correctivas en los procesos internos en los casos en que no se alcancen los objetivos o definir nuevos retos más ambiciosos
Es esencial tener presente que, como cualquier sistema de mejora continua, éste es un proceso progresivo. No es necesario definir gran cantidad de objetivos desde el principio ni tratar de conseguir objetivos relacionados con todos los ODS. Lo importante es identificar los impactos cuya modificación pueda afectar más positivamente al negocio y trabajar sobre ellos. Con el tiempo, se podrán incluir nuevas acciones para alinearse con otros ODS que requieran más recursos o que no tengan un impacto tan directo.
Por último, cabe resaltar que un aspecto clave en la gestión de la responsabilidad social es la transparencia. Muchas empresas han tenido graves problemas de reputación (y en consecuencia económicos) cuando han salido a la luz algunas de sus prácticas poco responsables. La mejor arma para mantener una buena reputación es la transparencia, comunicar los resultados de la evaluación de impactos realizada, la justificación de los objetivos definidos y los resultados que se van obteniendo. Aunque los resultados no sean excelentes, reconocerlos, justificarlos y establecer medidas de mejora tiene siempre un impacto positivo en la reputación de las organizaciones.