El calendario de nuestra casa bodeguera está repleto de fechas señaladas en rojo. Por supuesto, la de la vendimia, ese esperado momento en el que recogemos el fruto del esfuerzo y la pasión que, durante cada cosecha, dedicamos a nuestras uvas. Sin duda, la de las trasiegas de nuestras barricas, una labor tradicional y artesanal que data de nuestros orígenes y mediante la que, cada seis meses y con la ayuda de la luz de una vela, separamos el vino limpio del vino turbio controlando así su calidad.
Apenas dos ejemplos en la ajetreada vida de una innovadora bodega centenaria. Una empresa familiar obsesionada con la excelencia pero cuya labor y misión estaría del todo incompleta sin un fehaciente compromiso de contribuir activamente tanto a la mejora de nuestro entorno natural como, por supuesto, de la sociedad en la que vivimos desde hace ya 134 vendimias. Somos vino, efectivamente. Pero también, afortunadamente, mucho más.
Por eso, desde 2007 y por decisión unánime de nuestro Consejo de Administracion y accionistas, somos la primera bodega española y una de las pocas empresas del país que destinamos el 1% de nuestros beneficios netos anuales al apoyo y financiación de proyectos de cooperación agrícolas-comerciales en países en vías de desarrollo. Así nació ‘Viña Ardanza Solidario’, la máxima expresión del principio de solidaridad en el que creemos profundamente en La Rioja Alta, S.A. Desde entonces, marcamos también en rojo cada nueva edición de una iniciativa que ha logrado ya superar los 2 millones de euros.
Del estudio de las candidaturas y del riguroso seguimiento de los proyectos seleccionados se encarga el Comité de Asignación liderado por nuestra Consejera Maite de Aranzabal. Y el objetivo es claro: conseguir cada año proyectos autosostenibles en el tiempo mediante propuestas que incluyan formación, cultivo, almacenamiento, procesamiento y comercialización, valorando mucho el emprendimiento para crear microempresas o asociaciones que permitan sentar unas bases sólidas a futuro.
Por eso nos emociona y alienta conocer, de primera mano, que nuestra aportación durante el pasado año 2023 al proyecto impulsado por ACNUR en el Este de Chad, apoyando a las poblaciones refugiadas y de acogida mediante el fomento de medios de vida sostenibles, ha merecido mucho la pena. La distribución de kits de horticultura, la formación a agricultores y horticultores, los talleres de emprendimiento y gestión empresarial, la adquisición y distribución de plantas para reforestar la zona, la sensibilización a las comunidades sobre la deforestación y sus consecuencias,… En definitiva, se trata de seguir cultivando solidaridad para continuar cosechando esperanza.