Tal como recientemente señaló el presidente de PwC España, Gonzalo Sánchez, uno de los nuevos vectores que van a redefinir la vida empresarial a partir de esta crisis es un nuevo enfoque de la responsabilidad social corporativa (RSC). Efectivamente, las posibilidades de creación de valor social con origen en las capacidades del tejido empresarial es de tal magnitud que resultaría absurdo ignorarlas, precisamente, en un entorno como al que enfrentamos y que, por desgracia, tendrá una profundidad que todavía no somos capaces de evaluar.
Frente a una aproximación a la RSC marginal o incluso extravagante a la actividad empresarial, las nuevas circunstancias exigen que la RSC forme parte intrínseca de la creación de valor, tanto para los grupos de interés más directamente interesados (accionistas, administraciones públicas, empleados, clientes, proveedores) como para el conjunto de la sociedad. De hecho, lo que aquí se plantea es que existe una gran pérdida de valor empresarial si no se integran estratégicamente los elementos básicos de la RSC en dicha creación de valor.
Para tomar conciencia de lo anterior, es necesario recordar que cualquier actividad empresarial en funcionamiento implica la existencia de tres elementos básicos. En primer lugar, un conocimiento especifico de como hacer algo. Todo proceso empresarial se basa en la coordinación de medios materiales y humanos integrados en procesos que permiten suministrar bienes o servicios en mercados en competencia. En segundo lugar, la misma naturaleza de la actividad empresarial exige una permanente adaptación que hace que la innovación sea un elemento estructural más para la sobrevivencia empresarial. Por último, todo lo anterior lo hacen personas que integran ese conocimiento y esa adaptabilidad para hacer posible la actividad empresarial que se trate.
Hasta la fecha se ha entendido, no sin razón, que la actividad empresarial, ya de por sí, genera un muy importante valor social. Sin embargo, lo que aquí se plantea es que la aportación de ese conocimiento específico derivado de la actividad empresarial puesto a disposición de la resolución de problemas más generales tiene el doble efecto de contribuir exponencialmente, tanto a la creación de valor empresarial como al de la sociedad en su conjunto.
Desde nuestra experiencia, las empresas que ya disponen de un enfoque pertinente para este propósito son las que coordinan eficientemente los siguientes los siguientes aspectos;
- En primer lugar, una clara identificación de los ámbitos sociales relacionados con la actividad propia, a los cuales es posible aportar conocimiento, experiencia o capacidades. Ciertamente suele verse en la capacidad financiera de las empresas la principal dimensión de contribución, pero ciertamente esta es una perspectiva que, si va desligada de lo anterior, inevitablemente es siempre provisional por su carácter marginal y meramente asistencial.
- En segundo lugar, una definición estratégica de cómo poner en práctica dicha aportación de valor a los ámbitos sociales seleccionados. En este punto es muy importante, por el interés recíproco que genera, la búsqueda no solo de la aportación de lo que se conoce como de la capacidad de apostar soluciones no probadas. Hay cuestiones sociales que lo que requieren fundamentalmente son perspectivas no tomadas en consideración previamente. En este sentido, las posibilidades que ofrece la inteligencia artificial a los procesos basados en blockchain también tienen una capacidad no suficientemente explorada en ámbitos asistenciales o de emprendimiento social.
- En tercer lugar, y directamente ligado con el punto, está la identificación de las alianzas necesarias para la consecución de objetivos comunes. En la actualidad, en nuestro país, contamos con un ecosistema muy relevante de entidades que son capaces de aunar esfuerzos de una manera realmente eficiente y comprometida. Además de los muy notables ejemplos de las entidades que, en nuestro país, trabajan en el mundo asistencial existen también entidades, entre otras, como Ashoka, Ship2B o Open Value que son capaces de coordinar eficientemente esfuerzos de muchos de los ámbitos enfocados al emprendimiento social.
- En cuarto lugar, es imprescindible la integración de todos estos procesos en la actividad ordinaria de la actividad empresarial. En concreto la involucración de todo el capital humano empresarial es clave tanto a la hora de aportar valor. Lo que hasta la fecha conocemos como voluntariado tiene un potencial de aportación recíproca sobre las bases de desarrollo profesional e integración en la sociedad que aportaría más eficientemente lo que podríamos denominar un orgullo de pertenencia social.
- Finalmente es imperativo evaluar y reevaluar la inversión realizada en este ámbito. Simplemente no es creíble, en el ámbito empresarial, la permanencia de cualquier actividad que no esté ligada a la consecución de un objetivo concreto. Se ha avanzado de manera significativa en los consensos de medición en muchas de las áreas relacionadas con esta materia, pero siempre será imprescindible que cada empresa defina sus indicadores de consecución y en definitiva de eficiencia en la aportación de valor social. Sin duda en este punto es clave una integración razonable de objetivos realistas y plazos razonables. No hay que olvidar que sin este proceso de evaluación de la inversión realizada no es posible una comunicación razonable con el conjunto de los grupos de interés sociales.
Sin duda, nos enfrentamos a tiempos de extraordinaria complejidad y la capacidad de afrontar los retos que se nos plantean depende, en gran medida, de soluciones que están por definir. Lo que no ofrece discusión es que los problemas son del conjunto de la sociedad y que el conocimiento y dinamismo empresarial deben ser un factor clave para su resolución. En este sentido merece la pena ver el catálogo de iniciativas empresariales que la Fundación Seres está recogiendo y que son ejemplo práctico del potencial que aquí se trata de explicar.
Ya, en los primeros tiempos de esta crisis hemos visto como esto que aquí se ha explicado no es una mera reflexión teórica, sino la constatación tanto de la urgencia como de la oportunidad. Cómo, y en cuanto tiempo, seamos capaces de restablecer la confianza en que los retos a los que nos enfrentamos son menores que nuestra capacidad para afrontarlos como sociedad determinará nuestro más inmediato futuro. Poner en funcionamiento todas nuestras capacidades a este propósito es simplemente imprescindible.