En un modelo de desarrollo afectado por crisis múltiples (alimentaria, climática, energética y financiera) se generan desigualdades y mayores riesgos ambientales para las poblaciones pobres, donde hay más mujeres que hombres.
Desde que el tiempo es tiempo, las mujeres desempeñan un papel fundamental en la gestión, conservación, explotación y aprovechamiento de los recursos naturales como consumidoras y educadoras, a pesar de contar con serias limitaciones para su acceso y control.
Las mujeres rurales de países con poco desarrollo o no desarrollados, son las principales productoras agrícolas, por ello, son imprescindibles para sostener la seguridad alimentaria de estos países. También son las que trabajan más y ganan menos, 38% no tiene ingresos propios.
Asimismo, un estudio de FAO estima que si las mujeres tuvieran acceso a los mismos recursos que los hombres en el sector agrícola (mejores semillas, fertilizantes y fungicidas), podrían aumentar su rendimiento entre un 20% y un 30%. Dado que las mujeres representan el 43% del total de los agricultores en el mundo, esto conllevaría a un incremento de la producción agrícola de los países en desarrollo entre un 2,5% y un 4%, y reduciría el hambre global entre un 12% y un 17%. En otras palabras, el empoderamiento de la mujer también está altamente correlacionado con la seguridad alimentaria que afecta aproximadamente a 800 millones de personas en el mundo.
Por otra parte, existe un consenso generalizado entre organismos internacionales en que el empoderamiento de la mujer a través de la inversión en su nivel educativo trae grandes beneficios. Más allá de una evidente mejora en la productividad de las propias mujeres -que ya generaría un significativo impacto económico-, está demostrado que incrementaría los índices de nutrición y salud infantil, así como el desempeño educativo de los hijos.
No podemos perder de vista que a pesar de que los desastres naturales y las guerras refuerzan y aumentan la desigualdad de género, las contribuciones potenciales de las mujeres a la reducción del riesgo y el liderazgo femenino para enfrentar este tipo de situaciones son frecuentemente ignorados por los gobiernos, algo que de no ser así contribuiría a reducirlos sin duda.
Los números son claros: si las mujeres desempeñaran el mismo rol en el mercado laboral que los hombres (misma tasa de participación, horas de trabajo y cargos ocupados), el PIB global se incrementaría en 28 billones de dólares para el año 2025.
A la luz de lo que acabo de exponer, parece que no deberíamos tardar mucho más en modificar el paradigma con el que se analiza el desarrollo y la valoración del producto interno bruto. La agenda de género y la de medioambiente plantean que el PIB no captura la complejidad de los procesos productivos y de las relaciones sociales, tanto desde el punto de vista del impacto ambiental, como del trabajo no remunerado de las mujeres.
Por tanto es necesario acordar un pacto global que tenga en cuenta las generaciones venideras, lo que, sumado al proceso de transición demográfica ubique de manera estratégica los problemas que afectan particularmente a las mujeres, como las necesidades de cuidado entre otras. Ello requiere mejorar integralmente la inserción femenina en el empleo de calidad y sin brechas y generar más y mejores políticas públicas de cuidado, que permitan a las mujeres mayor autonomía económica.
Para conseguir un mundo más sostenible, no hay que olvidar que cada una de la personas de diferente sexo tienen cosas que aportar y olvidando que la vida se complementa por todos ellos, solo perdemos.
Es necesario incluir a la mujer en los procesos de desarrollo, las consultas, el diseño y la implementación de políticas y programas, considerando sus necesidades. Esto significa también que se tome en cuenta su tiempo en los procesos de planificación y desarrollo urbano, el suministro de servicios (como agua, energía, transportes) y las políticas agrícolas, entre otras. También implica considerar sus necesidades de acceso a créditos, activos, capacitación, tecnología, derechos de propiedad , patentes, educación, puestos relevantes…
En palabras de Muhammad Yunus, Fundador del Banco Grameen, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998, Premio Internacional Simón Bolívar en 1996 y con el Premio Nobel de la Paz de 2006 por sus esfuerzos para incentivar el desarrollo social y económico desde abajo, “si quieres desarrollo en términos de calidad de vida: educación, vivienda, higiene pública…piensa en las mujeres y tendrás los fundamentos más sólidos”
Es hora de eliminar brechas y reconocer que los ODS, objetivos de desarrollo sostenible, no solo deben incluir la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres tanto como un objetivo en sí, como siendo una parte fundamental de los demás objetivos para construir un mundo mejor y más sostenible.
Es hora de la Transform-Acción.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables 8M-Día de la Mujer, el papel de la mujer en el desarrollo sostenible: retos y oportunidades.