Sin embargo, la realidad del tejido empresarial español sigue siguiendo el más del 75% de microempresas. Especialmente ahora, con el incremento de proyectos emprendedores que se han incorporado al mercado, dando fluidez a determinados sectores y reduciendo las tasas de desempleo. Pero que mantiene e incrementa la dificultad de aplicar medidas de flexibilidad y conciliación, en un sector de población activa que mejor podría entenderlo y aplicarlo, y que más dificultades tiene para conseguirlo.
La escasez de ayudas públicas, y una práctica tradicionalista de presentismo, combinada con la ilusoria idea de que quien más horas pone en el trabajo es quien mejores resultados y garantías consigue, dan al traste con la carrera profesional y la necesaria estabilidad emocional y psicológica de quien realiza una tarea, presta un servicio, ejerce cargos de responsabilidad o desarrolla un proyecto. Esta situación entra en conflicto con las nuevas formas de entender las relaciones dentro de las empresas, las nuevas formas de gestión y estrategia empresarial, y los nuevos mercados. Y hay una realidad todavía más dura: ya no hay negocios a largo plazo, y las deudas se pagan a corto con el flujo de caja, en la mayoría de las ocasiones, a costa de la calidad en el empleo, los salarios, y la salud de los trabajadores, empleadores y emprendedores.
La coyuntura de la microempresa, por tamaño, volumen de facturación y sector de actividad, dificulta enormemente que la aplicación las medidas de conciliación y flexibilidad horaria se apliquen de la misma manera y con los mismos resultados que en las PYMES y grandes empresas. En el caso de los emprendedores, las ayudas públicas para los proyectos empresariales suelen estar sectorizados por la tendencia de los mercados globales y por los requisitos del origen de los fondos públicos, lo que dificulta encontrar socios y financiación no tradicional, y sacrifica tiempo de la vida personal, para destinarlo a un proyecto que en muchas ocasiones se queda en el camino (con la frustración que crea), y que en muy pocos casos se inicia con alguna contratación de personal, creando una realidad ficticia de conciliación y garantía de continuidad.
La rapidez con que evolucionan los mercados, no da margen suficiente en tiempo y recursos para algo tan necesario como flexibilizar parte de la estructura de un pequeño negocio o comercio. Se podría seguir afirmando la creencia popular y generalista de que el gasto social de un puesto de trabajo es enorme, y por tanto, la microempresa, que genera más del 40% de la mano de obra, es tremendamente cara para la sociedad . Y sin embargo, es la que da vida a los mercados, porque es donde está el mayor volumen de clientes.
Presento una serie de preguntas, a modo de propuestas, para dar entrada al análisis y posible implantación de recursos y herramientas que pueden mejorar el futuro de un negocio a corto/medio plazo. El punto de partida sería:
Cuando nos proponemos abrir un negocio:
- ¿Realizamos un adecuado estudio de mercado que indique si hay saturación o exceso de producto/servicio?
- ¿Conocemos bien la necesidad del cliente, sus hábitos y costumbres, le ofrecemos lo que de verdad le deja satisfecho? ¿Aplicamos los recursos adecuados, o lo hacemos bien?
- ¿Hemos trabajado nuestra marca y nuestra presencia en el mercado, con transparencia? ¿hemos fortalecido y fidelizado la relación con el cliente?
- ¿Hemos estudiado adecuadamente a la competencia? ¿sabemos por qué se nos va el cliente? ¿conocemos nuestras carencias? ¿las podemos resolver, o minimizar?
- ¿Hemos hecho una adecuada selección de proveedores, que nos facilite los procesos, que nos dé un producto o servicio que llegue a nuestro cliente con la calidad que prometemos?
- ¿Tenemos la confianza de nuestros clientes y nuestros trabajadores? ¿cumplimos nuestras obligaciones?
- ¿Motivamos a nuestro personal, lo conocemos, les ayudamos en su carrera para dar un buen servicio y solidez a nuestra empresa? ¿confiamos para que se organicen su tiempo de trabajo y sus tareas?
- ¿Cuál es nuestra cultura de empresa? ¿Tenemos una buena organización? ¿tenemos bien identificado el puesto de trabajo? ¿hemos contratado a la persona adecuada? ¿Tratamos de mantener un adecuado clima laboral, y una comunicación clara y transparente?
- ¿Los procesos de trabajo se realizan con la calidad exigida por el cliente?
Una adecuada Gestión del Tiempo y del Horario, adaptando los procesos a los requisitos que demandan los clientes, supone no solo calidad de servicio y reputación corporativa. Implica ahorro y reinversión, confianza de inversores y accionistas. Fortalecimiento de los mercados y superar a la competencia. Pero sobretodo, supone una forma gestionar cuya piedra angular son las Relaciones Humanas y la interacción con la Sociedad.
Hablamos, al fin, de una GESTIÓN SOSTENIBLE de los Recursos Humanos con criterios de Responsabilidad Social Corporativa, donde la Experiencia de Cliente está integrada en la Cultura de la Empresa, y donde la Conciliación y la Flexibilidad Horaria, a través de la Comunicación y la Negociación, son la base del DESARROLLO PERSONAL Y PROFESIONAL.