Habitar un reto social es diferente de sufrirlo. Cuando uno habita, no está de paso ni de visita, simplemente está. Pero está porque quiere, lo decide, no le toca. Cientos de jóvenes en toda España están decidiendo acercarse a desigualdades sociales de forma intencional para entenderlas, reflexionar sobre ellas y plantear soluciones.
Esta es al menos mi impresión después de cuatro años trabajando en el ecosistema del emprendimiento social juvenil, que cada vez gana más adeptos entre jóvenes con ideas y organizaciones que quieren apoyarlas. El foco en el reto social y su conocimiento del mismo define a los jóvenes de este sector por encima de cualquier
otra cosa.
Es el caso de Álvaro de Francisco (26 años) y Álvaro Serrano (28 años), Murcia, que están obsesionados con el abandono animal en España y que llevan los últimos dos años hablando con protectoras de todo el país para entender el proceso que deriva en el abandono.
O el de Eider Etxebarria (24 años) y Beatriz Santamaría (25 años), Mondragón, que se han hecho amigas de todos los técnicos de servicios sociales, juntas de hogares del jubilado y directores de recursos humanos de su comunidad, para entender por qué la sociedad deja de contar con los mayores como un activo en su última etapa de vida.
Habitando estos problemas, Álvaro F., Álvaro S., Eider y Beatriz están aprendiendo a acercarse a ellos con curiosidad en lugar de soluciones prediseñadas. Hablando con diferentes agentes y conectándolos se están situando en el centro de sistemas afuncionales y están descubriendo que, a pesar de enfrentarse a retos muy complejos, las oportunidades de actuar sobre ellos se multiplican a medida que los van desgranando.
Por ejemplo, Álvaro F. y Álvaro S. han detectado que no solo las protectoras, sino que la administración y las empresas de alimentación de mascotas pueden ser dos aliados importantes en su aventura de frenar el abandono animal. Y Eider y Beatriz están empezando a entender que el problema que quieren resolver tiene que ver con el uso de los presupuestos de dependencia, y que tendrán que incrementar su capacidad de influencia sobre técnicos de servicios sociales y juntas de hogares del jubilado si quieren ofrecer soluciones a medio plazo. Ninguno de ellos habría llegado a estas conclusiones si hubiesen pasado de puntillas por el problema o hubieran llegado con las soluciones precocinadas.
Por supuesto, transitando el problema también están aprendiendo a ofrecer soluciones. Álvaro F. y Álvaro S. fundaron Miwuki, un software de gestión que agrupa
los animales de todas las protectoras en un portal de Internet que ya ha gestionado más de 11.000 adopciones y que usan el 60% de las protectoras de España. Y Eider y Beatriz fundaron BiziPoz, una cooperativa que ofrece servicios de participación ciudadana para mayores desde la que han realizado 106 talleres y ayudado a poner en marcha 19 proyectos liderados por personas de edad avanzada.
Estos son dos ejemplos extraordinarios, aunque no hay que obsesionarse con el impacto. En realidad, pocos de los emprendimientos sociales juveniles acaban
teniendo tanta repercusión. En mi opinión, en el caso de personas jóvenes, es importante que estas experiencias de emprendimiento traigan no solo activación e
impacto, sino conocimiento y reflexión. El reto social contiene todos los elementos para desencadenar emprendimientos transformadores, y atreverse a transitarlo es el principal valor que estos jóvenes están trayendo al mundo con sus iniciativas.