“¡Voluntariado!, qué bonito nombre tienes”.
Parafraseando la mítica canción de la Cabra Mecánica, hay que reconocer que hablar y pensar sobre voluntariado suena bien y gusta. Todos estaremos de acuerdo en que es algo “bueno”, pero, por lo general, cuando uno se plantea el realizarlo (o, en otras ocasiones, más bien se lo proponen) la primera reacción muchas veces suele ser la misma: “tiene muy buena pinta, pero es que… [Por favor, ponga a continuación la excusa que prefiera]”.
Perdonadme que haya empezado tan directo, pero mi experiencia me dice que tiende a ser más verdad que mentira la afirmación anterior. De primeras tendemos a ponernos muchas veces excusas de manual: que si no tenemos tiempo, que si andamos muy liados, que si tal o que si blablá, etc.
Os lo cuento porque a mí también me pasó y tardé en aventurarme, pero una vez que di el primer paso creo que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado nunca, a nivel laboral y personal. El voluntariado me ha permitido conocer a personas increíbles, adquirir nuevas habilidades y conocimientos y, sobre todo, ver el mundo con otros ojos, con mayor empatía.
“Un viaje de mil millas empieza con el primer paso” – Lao Tsé
Vamos a hablar de los beneficios que puede aportarte. Para mí una de las claves del voluntariado corporativo que lo hace tan recomendable, sobre todo en los primeros años de carrera profesional, es que facilita adquirir una serie de habilidades (ej: gestión de equipos) que en los primeros años de carrera suelen desarrollarse de forma mucho más pausada.
Cuando hablo con mis amigos o conocidos sobre por qué hago voluntariado les suelto de primeras un comentario (sonriendo ligeramente) que suele dejarles bastante extrañados: “el voluntariado lo hago por puro egoísmo”. Con egoísmo quiero decir que tiene que aportarte a ti, tienes que ver el valor que tiene, que te haga sentir mejor y notar que estás creciendo personalmente y profesionalmente a través de dedicar tu tiempo libre a ayudar a otras personas. Este es el egoísmo positivo, con el que ganas tú y ganan a los que ayudas, el que te empuja a echar una mano a los demás porque mientras lo haces, sin darte cuenta, vas conociéndote mejor y vas adquiriendo nuevas habilidades y competencias (además, te lo pasas bastante bien, todo hay que decirlo).
Pero para muestra, un botón, como decía mi abuela. A continuación os cuento brevemente mis tres principales experiencias de voluntariado corporativo y lo que he aprendido de cada una de ellas.
- Simulación de entrevistas con estudiantes de Formación Profesional (FP). Durante mi estancia en la anterior consultora en la que estuve, tuve la oportunidad de ser, durante 4 entrevistas, el entrevistador en vez del entrevistado. Fue una experiencia totalmente nueva y muy enriquecedora.
Con la de veces que me había sentado “al otro lado de la mesa” ahora me tocaba en 30-40 minutos descubrir a una persona y ver si apostaría por ella. El objetivo era, a través de las entrevistas, preparar a estudiantes que estaban terminando la FP para que pudiesen afrontar con mayores garantías de éxito las entrevistas que tendrían en el futuro.
Tras la simulación de la entrevista les daba mi opinión sobre cómo había ido, que tenían que mejorar, que aspectos de su persona tenían que poner en valor, etc. Ellos se iban con mucha más tranquilidad para afrontar futuros procesos de selección y tú entendías el reto que supone tratar de ver si una persona encaja en un equipo y empresa o no. Sin duda fue toda una lección de empatía que me ha servido en otras situaciones.
- Voluntariado sobre turismo y desarrollo sostenible en Bolivia con Ayuda en Acción. En el verano de 2017 tuve la oportunidad de estar 6 semanas en el increíble país de Bolivia (con el apoyo de la Fundación de mi actual empresa) realizando dos proyectos, uno para potenciar el turismo sostenible en una zona del país y otro para ayudar a unas artesanas con un plan de negocio y comunicación.
Lo vivido a lo largo de las 6 semanas darían para escribir un libro pero me quedo con un gran reto que me ayudó en mi crecimiento profesional y personal: el tener que adaptarme a la forma de trabajar en un entorno totalmente distinto al que estaba acostumbrado en mí día a día de consultoría.
Llegas el primer día con la idea de lo que quieres hacer y cómo hacerlo, pero eso no te dura ni 24 horas, ya que tienes que ajustar y cambiar tu plan totalmente (ya sabéis, el papel lo aguanta todo). El ser capaz de generar relaciones de confianza con rapidez, de empaparte de la cultura y de integrarte en el día a día para sacar adelante el proyecto, fue uno de los múltiples retos que afrontamos cada día. El irlos superando supuso un crecimiento personal y profesional increíble (además de los amigos y amigas que hice en el camino).
- Tutorización de proyectos sociales para alumnos de ICADE. Este curso estoy teniendo la oportunidad de ser mentor de un grupo de chicos y chicas de ICADE, en la elaboración de un proyecto social, para una ONG. El transmitir conocimientos, supervisar su trabajo y orientales supone un reto increíble, con el aliciente, además, de estar ayudando también a una ONG a mejorar sus procesos. Seguimos trabajando en ello y estoy seguro que continuaré colaborando en el futuro con ellos.
Y para terminar, sólo puedo animaros a que os suméis a hacer voluntariado corporativo. Que os animéis y probéis, y luego me contáis cómo os ha ido. Si ya lo hacéis, enhorabuena, ahora os toca animar a otros a hacerlo, a que se unan y prueben.
El voluntariado es una gran oportunidad de aprendizaje, de desarrollo profesional y personal, la tenemos delante de nosotros, tenemos que aprovecharla. Así que, decidme, ¿a qué estáis esperando?