“Mientras el mundo se enfrenta a crisis y conflictos mundiales progresivos e interconectados, las expectativas establecidas en la Agenda 2030 están en peligro”. Con esta rotundidad comienza el Informe Anual de Avances de los ODS, presentado el pasado julio por Naciones Unidas, alertando de los “efectos destructivos” de estas crisis ante la gravedad y magnitud de los retos que tenemos ante nosotros.
Según el informe, el mundo está viviendo el mayor número de conflictos desde la creación de las Naciones Unidas, con aproximadamente 2.000 millones de personas viviendo en países afectados. La pandemia ha costado hasta ahora la vida a cerca de 15 millones de personas, ya sea de manera directa o indirecta. La guerra en Ucrania también ha causado que los precios de los alimentos, el combustible y los fertilizantes se disparen; la guerra podría reducir el crecimiento económico mundial en 0,9 puntos porcentuales en 2022, así como obstaculizar la ayuda para el desarrollo para los países más desfavorecidos.
Estas situaciones pueden incluso empeorar con el cambio climático, que actúa como un “multiplicador de crisis”. Como explica el informe, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deberían alcanzar su punto máximo antes de 2025 y, a continuación, reducirse en un 43% para 2030, hasta llegar a cero en 2050. Sin embargo, según los actuales compromisos nacionales voluntarios, las emisiones aumentarán casi un 14% para el año 2030.
A día de hoy, gobiernos, inversores y sociedad civil reclaman más responsabilidad para afrontar estos restos. El instrumento sin precedentes de los Fondos Next Generation EU y las reformas e inversiones previstas por los Estados miembros en sus Planes de Recuperación contribuirán en gran medida a la consecución de los ODS en la UE en el futuro, como afirma la Comisión Europea en su Informe de Avances de Desarrollo Sostenible en el contexto de la Unión Europea.
Los consumidores también están impulsando el cambio, especialmente los jóvenes. La conversación sobre el clima exige un balance entre el esfuerzo por mantener la estabilidad económica y avanzar al mismo tiempo en soluciones climáticas. El tejido empresarial es también consciente de que, para lograrlo, es necesario acelerar y financiar soluciones efectivas y aprovechar la inversión en ESG, la acción política, los principios de la economía circular y las estrategias de mitigación del cambio climático. Destaca, por ejemplo, la reducción de emisiones comentada anteriormente; se calcula que son necesarios 1,5 billones de dólares de capital privado cada año para financiar la innovación que haga frente a la amenaza climática y la transición a una economía de emisiones netas cero para mediados de siglo.
Además, en el caso del ecosistema empresarial, no actuar ahora conlleva riesgos normativos y financieros, así como la pérdida de oportunidades para construir y proteger la reputación, atraer capital, talento y clientes e impulsar un impacto empresarial sostenible, como explica Weber Shandwick en su informe ESG Leadership in a Post-Covid World: A Communications Guide for Business.
Las empresas se enfrentan a múltiples retos como resultado de la pandemia y el incierto escenario económico. Muchas han tenido que reconfigurar sus plantillas y entornos de trabajo, revisar sus estrategias de marketing y comunicación, acelerar las transformaciones digitales, gestionar las cadenas de suministro y las unidades de negocio interrumpidas, y reposicionarse para la economía pospandémica. Pero, sin duda, los líderes empresariales también deben prepararse ahora para una mayor presión para acelerar estrategias ESG eficaces y comunicar su rendimiento y avances, para contribuir, junto al resto de agentes implicados, a que la Agenda 2030 deje de estar en peligro.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: 7º aniversario de los ODS, junto a T-Systems y Villafañe&Asociados