Sábado, un pueblo de Jaén, las tres y media de la tarde, comida con amigas y sale el tema: “¿de verdad creéis que la mujer española tiene todavía que hacerse un hueco en el entorno laboral?” Para mí la respuesta era clara: “no”. Esto lo decía yo y, seguramente, toda aquella mujer que siempre se haya movido en entornos profesionales de ciudad, buscando su desarrollo en puestos que requieren exclusivamente de sus capacidades intelectuales.
En mi caso es fácil: trabajo en una empresa multinacional, sólida, con unos valores claros, donde puedo ser yo misma y dónde más del 70% de mis compañeros son mujeres. Esta situación no es para nada el caso de aquellas mujeres que crecen en áreas rurales.
En las zonas agrícolas y ganaderas de España hay trabajo, pero en el campo. La contratación de personal para desarrollar trabajos físicos, recogiendo olivas, almendras, cerezas … es de hombres, y aquellas mujeres que son también contratadas, tienen vínculo directo con alguno de los hombres ya trabajando en esa campaña (hijas, sobrinas, mujeres de propietarios de fincas, o mujeres de los temporeros que faenan allí).
Pero, ¿y qué ocurre entonces con todas esas administrativas, trabajadoras sociales, enfermeras, camareras…? Pues que tampoco tienen trabajo en su área rural: si en una zona se ofrece mayoritariamente trabajo en un sector determinado y al sexo masculino por definición, las mujeres no pueden optar a ello. Si además, los puestos que existan de otro carácter en otros sectores o industrias son escasos, hablamos de trabajo prácticamente residual y las mujeres que quieran trabajar, deberán buscar oportunidades fuera de su comarca o municipio.
Esta es la realidad en España.
Si hablamos de desarrollo sostenible, en España por suerte contamos con fuentes ilimitadas de energía y muchas materias primas respetuosas con el entorno que podemos desarrollar. El enriquecimiento y refuerzo de las áreas rurales revierte directamente en el desarrollo sostenible de nuestro país y sin, embargo, sólo el 16% de los ciudadanos españoles viven en zonas de menos de 30.000 habitantes.
Complicando la situación para la mujer, en estas zonas rurales hay registrado un índice de masculinidad un 9,2% más elevado que las urbanas, existiendo una mayor masculinización cuanto más pequeño es el municipio.
En este contexto, la mujer sí que tiene retos que afrontar, y muchos. Planteémonos como sociedad, todas las oportunidades que se puede brindar a estas miles de mujeres.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables 8M-Día de la Mujer, el papel de la mujer en el desarrollo sostenible: retos y oportunidades.