Cada vez existe más conciencia entre los inversores sobre los “cisnes verdes”, un tipo de riesgo sistémico relacionado con el cambio climático, al margen de los ya conocidos cisnes negros. En este sentido, y como cada 5 de junio, se celebra el Día Mundial del Medioambiente, pero a diferencia de otros años, esta jornada está marcada por la guerra de Ucrania, que no ha hecho más que acelerar la agenda de la sostenibilidad.
Una de las consecuencias del conflicto ha sido el pronunciado aumento de los precios del gas y el petróleo, que ha cambiado el precio relativo de los combustibles fósiles y las fuentes de energía renovables. En este sentido, desde UBS AM pensamos que se pueden vislumbrar dos posibles escenarios para el futuro. Por un lado, el conflicto podría incentivar el uso de fuentes de energía de origen fósil hasta el punto de que se produjera un aumento de la temperatura de manera extrema, lo que sería muy arriesgado para la agenda climática. O bien, los cambios de precios relativos a los que nos enfrentamos podrían ofrecer una oportunidad para acelerar la transición Hacia un modelo de emisiones netas cero, lo que permitiría reducir la dependencia de fuentes específicas de combustibles fósiles y preparar a la próxima generación para un tipo diferente de patrón de consumo y un mix energético distinto.
Transición energética y seguridad nacional
La guerra ha hecho que la cuestión de la transición energética pase de la agenda verde a la de la seguridad nacional. No hay incompatibilidad entre los objetivos climáticos y la seguridad energética a largo plazo. Sin embargo, a corto plazo, podríamos ver un retraso en todo el debate sobre la transición. De hecho, una guerra atroz en un país vecino, y las cuestiones de seguridad nacional que la rodean, tienen una fuerza movilizadora mucho mayor que la agenda climática.
Así, la UE tendrá que invertir en energía limpia, pero también tiene que asegurarse de que la seguridad energética está garantizada. Y, por desgracia, ambas cosas tienen plazos diferentes. Según nuestras estimaciones, reemplazar los suministros energéticos de Rusia en la estructura energética europea puede llevar hasta cuatro años, suponiendo que otros proveedores, como Oriente Medio y Estados Unidos, aumenten su producción de energía para ayudar a Europa a pasar por esta situación sin un gran impacto en la economía.
A largo plazo, las fuentes de energía limpias ayudarán a Europa a ser más independiente y eficiente energéticamente. Sin embargo, si a corto plazo se sustituye el gas natural por otros combustibles como el carbón o el petróleo, se producirán más emisiones de carbono. Por ello, hay que actuar con la mayor rapidez posible. En algunos países había una estrategia muy clara de salida de la energía nuclear, pero ahora están considerando si el hecho de que las centrales nucleares sigan funcionando es parte de la solución.
¿Cómo pueden los gobiernos fomentar la inversión en elementos como el carbón o la energía nuclear a corto y medio plazo?
En primer lugar, habría que considerar la opción de pasar a un sistema global de fijación de precios del carbono para evitar un enorme repunte a corto plazo del uso de combustibles fósiles en el mix energético. En segundo lugar, hay que estar preparados para la transición de la energía nuclear. Se trata de una doble cuestión de transición hacia la nueva generación de centrales nucleares que se está planificando y construyendo actualmente en países como Francia, Reino Unido y Estados Unidos, en lugar de cerrar la vieja generación de centrales eléctricas que se construyeron hace 50 años.
También hay que invertir fondos públicos en la sustitución del capital físico y en la investigación de nuevas tecnologías, como la retención del carbono. Afortunadamente, no sólo podemos movilizar recursos públicos, el sector privado también está dispuesto a invertir en estas nuevas tecnologías. Pero es importante que también tengamos en cuenta la situación de los mercados emergentes y los países en desarrollo.