Para poder resolver los temas más relevantes en materia ESG (Environmental, Social and Governance), las organizaciones necesitan actuar y mostrar impactos relevantes en el ecosistema. Uno de los aspectos más resaltantes que se vienen abordando en los últimos años tiene que ver con la urgencia climática. Por ello, escuchamos empresas que vienen hablando de mediciones de huella de carbono y metas de carbono neutralidad o carbono cero.
Si se toma en cuenta una economía como la peruana, donde no existe aún un impuesto al carbono, pero que definitivamente es una regulación de fácil y rápida implementación (por lo que existe un riesgo alto que se implemente una medida de este tipo), ¿las empresas están realmente invirtiendo lo necesario para poder efectuar una estrategia de descarbonización de sus operaciones, o simplemente buscarán la alternativa de compensación en los mercados de bonos de carbono?
En un mundo que debe buscar reducir su impacto climático, es necesario que las organizaciones se centren en implementar tecnología climática que permita transformar sus operaciones y no solo recurrir, como opción predominante, a la compensación en mercados de carbono.
Según el estudio “State of Climate Tech 2023” de PwC, para los inversores en proyectos de tecnología climática, los últimos dos años han sido una prueba de determinación y adaptabilidad. Una combinación de agitación geopolítica, caída de las valoraciones, inflación y aumento de las tasas de interés ha hecho retroceder a los mercados privados de todo tipo. Asimismo, el capital de mercado privado y la financiación de subvenciones en nuevas empresas (startups) de tecnología climática han caído en aproximadamente 40.5%, lo que las lleva a niveles de hace cinco años.
Esta reducción es contradictoria a la urgencia que deberían tener las organizaciones de una transformación a operaciones bajas en emisiones de carbono. Sumado a ello, el ritmo global de descarbonización sigue siendo demasiado lento, por lo que una investigación reciente de PwC ha encontrado que el mundo necesita descarbonizarse siete veces más rápido que el ritmo actual para limitar el calentamiento a 1,5°C por encima de los promedios preindustriales.
La tecnología, por su parte, desempeñará un papel fundamental para duplicar el ritmo de la descarbonización. Por lo tanto, el capital para la innovación, en cantidades mucho mayores que las sumas actuales, será vital durante las próximas décadas; sin embargo, también existen señales esperanzadoras. La inversión en tecnología climática de la empresa privada aumentó al 11.4% en el tercer trimestre de 2023, y se proyecta que se destinarán 1.7 billones de dólares globalmente en el despliegue de energías renovables, redes y otras tecnologías de energía limpia.
El cambio más notable se produjo en el ámbito de la industria, la manufactura y la gestión de recursos (en adelante, industriales), que genera más emisiones que cualquier otro sector de la economía (34%), según las últimas cifras del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Algunos subsectores industriales, como el cemento y el acero, presentan desafíos de reducción especialmente difíciles. Ahora, vemos inversores invirtiendo más capital en empresas emergentes que trabajan en tecnologías de mayor potencial de reducción de emisiones, como la captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS); hidrógeno verde; y alimentos alternativos. No obstante, estas soluciones aún reciben pequeñas proporciones de la inversión inicial.
Para cumplir los objetivos climáticos, debe fluir aún más inversión hacia soluciones tecnológicas para sectores difíciles de reducir, como el industrial y el energético, ya que estas tecnologías moverán más la curva de las emisiones globales. Sumado a ello, no debemos perder de vista la tecnología sobre el impacto en la biodiversidad y el capital natural, que es un tema que se habla poco hoy, pero es la raíz esencial que debemos cuidar para proteger el planeta y cómo vivimos.