¿El planeta necesita un descanso o es la guerra del miedo para la dominación?
A partir de la pandemia del coronavirus, habrá un antes y un después, ya que los grandes aprendizajes e ideas de esta gripe global nos muestran que somos uno y a la vez somos iguales.
El coronavirus no actúa sólo como un ente individual sino que tiene conciencia colectiva, cuyo objetivo expandirse lo máximo posible y así lograr la alteración de nuestras vidas. Hoy, resurge la necesidad de direccionar las sociedades hacia la verdadera emancipación, la solidaridad y la cooperación para salir victoriosos de esta guerra que aún no sabemos a dónde va a disparar.
El miedo a la epidemia es bueno siempre y cuando que sea razonable, justo y necesario para estimular y despertar la conciencia de toda la sociedad con el objetivo de acabar con la epidemia. En esta situación de crisis, tenemos que cuidar nuestro sistema inmunológico, no tener miedo, llenarnos de amor, la esperanza y ser capaces de ofrecer solidaridad a los más vulnerables, y así aliviar el dolor de la gente; ésta, no es más que cumplir con el deber de un ciudadano que ama a su país.
Si seguimos empecinados en el egoísmo y el individualismo, el coronavirus marcara nuestra decadencia, pero estoy seguro que juntos lo superaremos gracias al humanismo y la solidaridad que existe aún y que representa la esperanza de que un mundo mejor todavía es posible.
Nuestra esperanza cae en el resurgimiento de un nuevo orden mundial con más humanismo y desde la pedagogía del amor; definitivamente, esta crisis es la oportunidad para el cambio personal, colectivo y global, no hay mucho que pensar, o reconstruimos una sociedad en el amor y el humanismo o perecemos.
La batalla sanitaria, económica y ambiental –justicia social global- constituye hoy, más que nunca, la tarea principal de todos los líderes del mundo, porque de ella depende la sostenibilidad y preservación de nuestra existencia humana y por ende nuestro único planeta tierra.