Según el Reporte de Riesgos Globales 2023 del Foro Económico Mundial, los riesgos climáticos y ambientales serán el centro de las percepciones de los peligros globales durante los próximos diez años y, sorprendentemente, frente a ellos estamos menos preparados. La ausencia de un genuino compromiso con los objetivos climáticos evidencia la diferencia entre lo que es científicamente necesario para lograr disminuir el efecto invernadero y lo políticamente posible.
Asimismo, el Informe de Brecha de Emisiones (EGR) – 2022 de la ONU indica que la crisis climática exige una transformación rápida y urgente de todo el sistema social, solo así se podrían generar los recortes necesarios para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030. Este informe encuentra, además, que el mundo debe reducir las emisiones en un 45% para evitar una catástrofe global.
En promedio, cada día de los últimos 50 años se ha producido una catástrofe relacionada con el clima o el agua, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Al menos 3,200 millones de personas, que representan el 40% de la población mundial, sufren el impacto de la degradación de los suelos, según la ONU. Por otro lado, se estima que 1 millón de los 8 millones de especies de fauna y flora del mundo están en peligro de extinción, de acuerdo con información de la Plataforma Intergubernamental científico-normativa sobre diversidad biológica y servicios de los ecosistemas.
Frente a este panorama, América Latina se proyecta como una de las regiones del mundo donde los efectos y los impactos del cambio climático, así como también las olas de calor, los incendios forestales, el agotamiento del agua, las intensas lluvias y los eventos extremos, cada vez son más comunes, y, lo peor de todo, es que no estamos preparados para afrontar cada situación que se presenta; es por ello que estos fenómenos naturales siguen causando grandes daños a la salud, a la vida y al desarrollo económico de la región, sobre todo, en las poblaciones más vulnerables.
Ante esta evidente crisis climatológica, algunos países de la región vienen desarrollando iniciativas importantes para atenuar este problema ambiental. En esa línea, buscan soluciones, como el caso de Ecuador, que hoy tiene un proyecto forestal sostenible para la conservación y restauración del ecosistema amazónico. Otro país que tiene la iniciativa de la reforestación es Nicaragua, con el programa denominado CommniTree de Taking Root. Asimismo, en el Perú, América Latina y el Caribe, se vienen desarrollando las estrategias escalables para la restauración ecológica del paisaje: modelos en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Cordillera Azul para contrarrestar la catástrofe climática que venimos enfrentando en los últimos años.
Además de todo lo que se viene desarrollando, también es nuestra responsabilidad actuar de manera urgente en aras de contribuir con la restauración de los ecosistemas. Esta tarea es inclusiva e imperativa, pues concierne a los gobiernos, a las empresas, a las organizaciones sociales y a la sociedad civil. Desde el lado gubernamental deben implementarse políticas públicas apropiadas e invertir en iniciativas sostenibles, para que generen alianzas entre la empresa privada y los gobiernos locales que contribuyan a atenuar el cambio climático y salvaguarden la biodiversidad.
Es muy importante generar conciencia ambiental desde todos los sectores, partiendo desde las aulas, en los colegios e instituciones de educación de nivel básico y superior, e involucrar a los docentes y estudiantes en la problemática ambiental para buscar soluciones innovadoras al cambio climático.
En cuanto a la conciencia ambiental desde el sector universitario, en la Universidad Norbert Wiener, potenciada por la Arizona State University, promovemos iniciativas sostenibles y generamos espacios para la concientización en temas ambientales y el desarrollo sostenible, como parte medular de la formación de nuestros estudiantes y su responsabilidad social. Del mismo modo, hemos implementado -y continuamos haciéndolo- proyectos colaborativos con instituciones que persiguen el mismo objetivo: reducir los riesgos ambientales. Una de estas iniciativas, por ejemplo, es la implementación de biohuertos en colegios de escasos recursos, en alianza estratégica con el gobierno local. Estos biohuertos son conservados, previa capacitación, por los mismos estudiantes, quienes se encargan de su cuidado y potencian su empatía con la naturaleza, convirtiéndose en administradores del medio ambiente e, incluso, agentes de cambio.
En la medida en que seamos conscientes de la realidad actual de nuestro planeta, y de cómo deseamos verlo para futuras generaciones, podremos cambiar nuestros hábitos respecto al medio ambiente. Males como el consumismo desmedido nos “nublan” para poder ver que en las “pequeñas” cosas se encuentran grandes soluciones. Es por ello que en nuestra institución buscamos seguir promoviendo y, por supuesto, practicando, el reciclaje, el cuidado del agua, la protección de los animales en peligro de extinción, entre otras prácticas más.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables “Dia Internacional del Clima”