En el contexto actual, donde la sostenibilidad y la responsabilidad social empresarial se han convertido en pilares clave, fomentar programas de Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) es más que una opción: es una necesidad estratégica. Pero el verdadero desafío no solo radica en actuar correctamente, sino en comunicarlo de manera efectiva. Como se suele decir, » Hacer las cosas bien y no comunicarla es como no hacerlas». Este principio nos recuerda la importancia de visibilizar los esfuerzos y los resultados positivos que las organizaciones logran a través de su contribución con programas de la EDS.
La EDS tiene como propósito el de garantizar que las personas adquieran los conocimientos, habilidades y valores necesarios para enfrentar los retos actuales y contribuir al bienestar global. Este modelo fomenta decisiones y acciones, tanto individuales como colectivas, orientadas a la protección del planeta y al desarrollo de comunidades resilientes, en estrecha alineación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Los beneficios de la EDS son evidentes: fomenta competencias críticas, cultiva la empatía y promueve una mentalidad global responsable. Se entiende que las instituciones educativas deberían de ser las principales ejecutoras de los programas EDS, pero eso no excluye a las diversas organizaciones a contribuir con programas que integren cuestiones esenciales como cambio climático, consumo y producción sostenible y, lo más importante, es el de habilitar a las personas de cualquier edad a transformarse a si mismos y difundan lo aprendido a la sociedad que viene.
Para implementarla con éxito, es necesario apostar por la colaboración entre sectores, integrar la sostenibilidad en los currículos educativos y emplear metodologías participativas que involucren a toda la comunidad.Además, esta forma de educación tiene un impacto directo en la preparación de las futuras generaciones de consumidores, colaboradores y líderes con una visión sostenible, fortaleciendo así la capacidad de las organizaciones para innovar y adaptarse a las demandas del mercado global.
En Perú, un ejemplo inspirador de EDS es el trabajo de la Asociación para la Niñez y su Ambiente (ANIA), cuyo enfoque TiNi ha sido reconocido como una buena práctica por la UNESCO y está presente en más de 10 países. Esta metodología permite que niñas y niños gestionen espacios de tierra, promoviendo el cuidado de la biodiversidad con empatía, lo que genera un impacto positivo en la conexión entre las personas y la naturaleza. Asimismo, programas como «Carbono por la Educación» invitan a las empresas privadas a participar activamente en la transformación social mediante proyectos educativos sostenibles.
A nivel global, el programa «Eco-Schools» es otro referente en EDS. Presente en más de 70 países, este modelo conecta proyectos locales, como la conservación de agua o la gestión energética, con aprendizajes prácticos que contribuyen directamente a los ODS, involucrando a estudiantes, docentes y comunidades.
Las empresas e instituciones educativas tienen en la EDS no solo una oportunidad de liderazgo, sino una responsabilidad ineludible de demostrar cómo la educación puede transformar sociedades y construir un mundo más consciente, equitativo y resiliente.
Si tu organización lidera algún programa de EDS, ¡es momento de darlo a conocer!
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