Esta es una de las lecciones que nos deja el libro “La cultura organizacional y su impacto en la gestión empresarial” de reciente publicación en Lima y que es el resultado de una investigación académica de la Universidad de Lima. La autora, Rosario Sheen, revisa aquí la cultura corporativa de tres compañías peruanas que destacan por el crecimiento sostenido de negocio, por su mirada para generar más ganancias y porque las tres están convencidas que la alta rentabilidad va necesariamente de la mano de una alta integridad, alto compromiso con las personas dentro y fuera del negocio y sólidos valores para buscar el bien común, no solo el de los propietarios y los clientes.
En esta publicación se nos recuerda que no hay nada más propio y distintivo en una empresa o institución que la forma en la que concibe y conduce su negocio o actividades -es decir, su cultura- y actúa correspondientemente con todas las personas, en el mercado y la sociedad. La piedra angular de la cultura corporativa son los valores que los líderes o fundadores definen -explícita o implícitamente- y ponen en práctica en el día a día a través de sus decisiones e interacciones con su personal, sus proveedores, la comunidad y las instituciones de gobierno que les rodea y, claro, con el medio ambiente.
Si una empresa anuncia su compromiso con la responsabilidad social y lo único que los directivos hacen son actividades para aparecer en la foto o para que las entidades reguladoras no le sancionen, está enviando a sus grupos de interés un mensaje muy débil o negativo de lo que poco que significa para ella la RS. Y es con esa misma debilidad que sus colaboradores u otros socios responderán cuando se trate de promover o difundir la RS de tal empresa. Esto, lejos de abrir camino a la sostenibilidad del negocio, socavará los intentos de la empresa por prosperar en el tiempo. Tal vez las actividades ocasionales o superficiales de tal empresa solo le sirvan para obtener algunas ganancias momentáneas, pero no le servirán para desarrollar el negocio a largo plazo.
En los tres casos que ha examinado la autora, la visión socialmente responsable de las compañías es compartida por todos sus integrantes -al margen de áreas o cargos jerárquicos- porque estos observan que sus líderes son los primeros en dar el ejemplo de conducta ética, de buen trato a los colaboradores, de cooperación con sus proveedores (especialmente con los proveedores muy pequeños), de inclusión laboral con las personas con discapacidad, y de apoyo a los otros grupos vulnerables de la sociedad con una mirada que trasciende el asistencialismo y la filantropía y que se aparta, por supuesto, del interés de desplegar la RS solo para ganarse una “buena imagen” . Las culturas de las tres empresas hablan en alto y por si solas, a través de las prácticas cotidianas, del significado de la RS en la propia sostenibilidad del negocio.